La derrota es el peor ingrediente para un proyecto deportivo. Encadenar partidos perdidos, el cianuro preciso y mortal para acabar con los entrenadores. Francisco es el primer caso en el fútbol profesional español este curso. No será el último. Uno de tantos técnicos que se marchan por la puerta de atrás tras arrancar con fuerza en su nuevo equipo, lograr una identidad y un sello y, lo más importante, obtener resultados.

Hace unas semanas comentaba que el fútbol no tiene memoria. Nadie se acuerda de lo que ocurrió ayer. En el caso del Almería, el ascenso parece una epopeya ocurrida hace décadas, los jugadores que consiguieron dicho hito han desaparecido del mapa y el cuerpo técnico ha olvidado todos los conceptos tácticos y futbolísticos.

El partido frente al Rayo se ha convertido en los últimos días en una final. Primero para Rubi, al que no salir vencedor el sábado le puede suponer su adiós, incomprensible desde esta tribuna. Segundo, y no menos destacado, para la directiva. Cada vez son más los que apuntan al palco buscando explicaciones sobre los días finales de mercado. Que el último gol del Almería sea de Sadiq sigue siendo el dato más revelador de la situación actual del plantel indálico. La solución fácil ya sabemos que es la de despedir al entrenador. Muerto el perro, se acabó la rabia. Aparentemente. También se iría el escudo de protección para los Joao, El Assy o Turki. Aquellos que creen que el problema es el técnico barcelonés, una vez que estuviese fuera, señalarían irremediablemente a los responsables de la entidad rojiblanca si no cambia la dinámica.

Solo queda esperar los próximos acontecimientos.Ganar podría ser el primer paso para despejar dudas, comenzar a edificar y seguir sumando este mes de octubre. Perder sería volver a caer en la desconfianza, el temor a la Segunda y las dudas de un proyecto que ha sido ganador. Proyectos a medias. Ojalá no sea en Almería.

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