Análisis

Tacho Rufino

Realismo mágico presupuestario

La ley fundamental de gestión del Estado incluye guiños a los jóvenes que ojalá cuadren con la estimación de ingresos y las pensionesLos PGE oscilan entre la realidad, el deseo, la pesca de votos y el qué hay de lo mío

Los Presupuestos Generales del Estado (PGE), en esencia, son la versión macro de un presupuesto familiar. Como en su familia o la mía, o en una empresa, hay dos arquetipos presupuestarios: los optimistas y los pesimistas. Son mucho peores los optimistas, porque están jugando en los mundos de yuppi, y sólo tienen ojos para los ingresos, y ceguera para muchos gastos. Aunque los pesimistas también pueden tener su trastienda: se trata de los conservadores natos; o sea, personas que marcan los ingresos de su presupuesto de departamento o su plan de negocio por debajo de sus posibilidades para alcanzar sin riesgos ni grandes esfuerzos sus objetivos y su bonus (el variable de toda la vida). Entre los presupuestadores también los hay garciamarquianos: practican el realismo mágico. Esto es: confeccionan un estado de ingresos y de gastos divididos en partidas, rubros, grupos, capítulos y epígrafes; formalmente impolutos, con detalle complejo de inversiones, rentas, intereses de la deuda, transferencias que entran o salen. Cuadrados e inmaculados, la apariencia de los PGE de Macondo es técnicamente perfecta: son realistas formalmente.

Otra cosa bien distinta es la viabilidad de los mismos o, sensu contrario, su nivel de magia, de desiderátum, de patada a seguir; de, ¡bah!, quién va a evaluar el desempeño en dos años; de trato de la burra entre partidos para sacar la ley fundamental de cada año adelante. No olvidemos que los PGE se hacen con vocación de gestión, de cumplimiento programático y, por qué no, con carga ideológica... o al menos, así se deben hacer. Pero frecuentemente, tanto en el caso del Estado como en el de las empresas, llevan una tramoya de agendas personales, de afanes de poder. Y, por supuesto, están muchas veces desvirtuados por las promesas de última hora para poder aprobar los Presupuestos en el Parlamento. También, por el solapamiento de los compromisos presupuestarios entre un año, el anterior y el siguiente o los siguientes, o el olvido y desestimación de partidas prometidas.

Si bien lo más mágico de los PGE son los ingresos. Mientras que los gastos e inversiones (personal, deuda, pensiones, infraestructuras de todo tipo: un mundo poliédrico de compromisos) son calculables, las entradas están sujetas a la estimación con causa: si la economía va como pensamos -he ahí el quid de la cuestión-, la gente consumirá más, y habrá más empleo y salarios. Emanarán las dos grandes fuentes de los ingresos públicos: el IVA y el IRPF, los impuestos, directos e indirectos, en cuya mano encomendamos nuestro espíritu como país, o sea, comunidad de intereses (en el caso de España, de intereses y desintereses, pero ésa es otra cuestión). No me digan que ahí no hay magia. Si crecemos un 7% del PIB, albricias, si el oráculo del FMI rebaja la revisión, hay agujeros en el Presupuesto. Habremos hecho un pan con unas hostias. Un vámonos que nos vamos entre la realidad y el deseo... el realismo mágico presupuestario.

Es muy importante no engañarse con algo clave en este asunto: las promesas incumplidas son en la política española habituales, diríase que son norma: rige la política mentirosa y cobera para las criaturitas pastueñas, los pasotas, los militantes leales o los patriotas irredentos. Por tanto, son habituales las mentiras en los Presupuestos: ¿se darán los bonos culturales, la tarifa plana para alquiler ambos para los jóvenes, ancla última de Podemos? ¿Serán fáciles de obtener, será eficaz y generalizada su concesión y control? Por último, descorazona la cantidad de sandeces furibundas que se dicen sobre el déficit que nos va a hundir con estos PGE 2022, ¡Sánchez, terrorista! Ignorando profundamente una cosa llamada techo de gasto. De lo cual hablaremos otro día.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios