Lo emocional supera a lo racional y el hincha es, por esta razón, ciclotímico sin remisión. Lo mismo descorcha botellas de champagne como si no hubiera un mañana que se levanta de madrugada y escribe una necrológica por su equipo. Su actitud no tiene término medio. Los suyos son los mejores y se merecen todo cuando ganan. O son unos moñas, muy sobrevalorados, que no le ganan ni al Escalerillas CF. El seguidor rojiblanco, el impenitente, no es ajeno a esta disyuntiva. La UDA, a lo que parece, sufre una versión del Complejo de Penélope. Como el personaje de la Odisea, destejió en Logroño lo que había bordado en Lugo. Y, así, el personal está confuso y cabreado. No sabe con qué equipo quedarse. Se enamoró del que desplegó un fútbol bonito y práctico en el Anxo Carro. Fantaseó y soñó con lo que vio por televisión. Se creó una imagen de equipo que el paso de dos semanas se ha encargado de borrar y ha demostrado que no era la real. Al fútbol se puede jugar de muchas formas. Los hay que apuestan por defender y contragolpear. La propuesta de otros pasa por la verticalidad en lugar de la horizontalidad. Son anchos y se abren por los costados para ser largos y profundos. Todas son buenas o malas según el rédito que reporten. Pero lo que no se puede ni debe hacer es jugar de cualquier manera. Los de José Gomes fueron un garabato en Las Gaunas. Ni defendieron ni atacaron. Ni presionaron ni tuvieron el control del juego. Un pan sin sal. La afición/parroquia/los 'comepipas'/los de siempre no quieren cambiar de equipo. Lo que quieren es que su equipo cambie y casen su aptitud con la actitud debida. No quieren que sus héroes ayuden a dudar de sus posibilidades con rasgos de suficiencia. Y se paren donde hay que moverse y se muevan donde hay que pararse.

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