No es nada oficial ni formal, y aún menos científico. Se trata de una percepción, la mía. Me refiero al distinto grado de satisfacción que ha supuesto la irrupción del nuevo propietario de la UDA. Su llegada, según mi modesto juicio, ha dividido a la parroquia rojiblanca en dos partes. Están los que han bendecido su venida, necesaria y conveniente, y suscriben su hoja de ruta, cargada de ilusión y populismo, a pies juntillas. La otra facción, escépticos que no detractores, dudan del jeque y de su séquito de trabajo. Ponen en tela de juicio su modelo de hacer y hablan de "cuentacuentos". Mientras, el dueño del club pide confianza y paciencia. Está en su perfecto derecho y le asiste la razón. Es un recién llegado a la provincia y necesita tiempo para vencer y convencer. Comprometido de todo pero activista de nada, este periodista se decanta por una solución salomónica. Es la que tiene que ver con la fórmula de cortesía, de 100 días, que aplican los partidos políticos al que se ha hecho con el gobierno, como concesión para que asiente los pilares de sus propuestas. Creo que es lo que toca. Es un tiempo prudencial para pasar de las palabras embaucadoras a los hechos o, al menos, para emprender el camino y demostrar que no se vende humo. Unos y otros, entre tanto, hablan bien o menos bien de algo que no han visto. Y de quienes no conocen ni saben de su pasado ni de sus verdaderos objetivos. Es como un acto de fe. Y un ejercicio de amnesia general para alejar del recuerdo los casos del Lorca, Racing de Santander, Alavés o al Málaga, aún presentre. A estos clubes recalaron magnates cargados de planes de futuro que utilizaron el contexto social, la universalidad y el poder de convocatoria del fútbol como un mero pretexto de otros intereses espurios.

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