El pasado sábado se acabó la temporada para la UD Almería. Una montaña rusa de emociones cuyo relato entremezcla el amor y el odio con una plantilla que ha desplegado un juego de muchos quilates, pero a la que se le acabó el fútbol demasiado pronto. Habrá que repetir curso en esta Segunda División. Cuando en agosto se vuelva a la misma clase, se tendrán asignaturas idénticas y exámenes que ya se han tenido a lo largo de esta campaña. En la convocatoria ordinaria, los arbitrajes nefastos y una falta de talento diferencial en los últimos metros del área a partir de febrero fueron condicionantes clave. Se presentaban en el horizonte unas recuperaciones tras perder las opciones de ascenso directo. Sin embargo, todo se complicó. Desde el incremento de los errores individuales en la defensa hasta un desplome a la lona en el factor mental. Y puede que también por el hecho de marcar como objetivo solo entrar entre los dos primeros y rechazar parcialmente la posibilidad de subir vía play-off. La contundencia de la categoría ha sobrepasado a un vestuario que ha tenido la difícil misión, como comentó De la Hoz, de unirse en un contexto de crisis sanitaria. El mejor resumen de lo que ha acontecido en esta 20/21 fueron los primeros minutos en Montilivi, en los que el equipo gerundense aniquiló la flota rojiblanca en dos acciones cruciales para el resto de la eliminatoria. A finales de verano, tras un mercado con movimientos que no dejarán indiferente a nadie, arrancará el tercer año de Turki Al-Sheikh al frente del proyecto deportivo de los unionistas. El último que estaba marcado en la planificación para ascender a la máxima categoría del fútbol español. Una meta que, como en los dos anteriores cursos, seguirá siendo nuevamente el ascenso directo. Sobre el papel, parece que ese deseo puede estar «más barato», aunque nunca se puede saber hasta la hora de la verdad. ¿Será a la tercera la vencida?

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