Rozaba la media noche cuando César de la Hoz transformó el definitivo penalti para darle la clasificación al Almería en El Rubial. Lo que parecía un mero trámite copero se había convertido en un duro compromiso que solo se solventó desde los once metros. Una primera ronda cargada del fútbol de antes, con la valla pegada a la línea de cal y los jugadores notando el aliento de la grada. Cuando, pasadas las doce de la noche y entrando ya en diciembre, el grueso de aficionados almerienses citados en Águilas arrancaba motores rumbo a casa, el equipo ya tenía que cambiar el chip y pensar en la liga. Esta visita al feudo de Alfonso García y el goleador Kalu Uche era la antesala de lo que nos espera el sábado. Después de dos semanas jugando como locales, los de Rubi emprenden el viaje a un lugar de infaustos recuerdos. Días de frío y desidia en el sur de Madrid, de partidos con tintes más bélicos que futbolísticos. En este contexto de vuelta a Fuenlabrada se disputará 'la batalla del Fernando Torres'. Porque, tras la acumulación de 120 minutos para jugadores como Samú, Babic o Akieme, las piernas tendrán que estar al máximo rendimiento frente a los de José Luis Oltra. Para luchar por los tres puntos con el empate ante el Huesca en mente y con el propósito de volver a encarar a una bestia negra en la historia unionista más reciente: Ibán Salvador. Inevitable acordarse de él tras lo vivido el curso pasado, en un espectáculo impropio del fútbol profesional y más cercano a fines teatrales o circenses. Una de esas citas en las que cambió el rumbo de un equipo que fue apagándose a partir de febrero. En este caso, con el Almería asentado en el primer puesto y con un colchón de puntos amplio, vencer en suelo fuenlabreño serviría para despejar cualquier mínima duda y volver a la senda del triunfo. Todavía sufrimos los efectos de esa resaca copera horas antes de la odisea en el lodo que se prevé este fin de semana.