Con el mercado veraniego finalizado, es hora de analizar más fríamente la plantilla para este curso de la UDA. Desde mi punto de vista, se eleva el nivel del bloque competitivo del conjunto indálico. Dentro de un contexto de una plantilla corta, en la que se ha priorizado por mantener un once tipo al que introducir pocos retoques a lo largo de la temporada, la mayor duda puede venir de la mano de posibles lesiones o incomparecencias que deterioren el planteamiento inicial. La mayor cantidad de minutos de la pareja Srdjan Babic y Daniel Carriço se entenderá como la piedra en la que se edifica la defensa rojiblanca, zona que más temores genera. Lo visto en Lezama es un aviso para lo que puede suponer un equipo que apueste por el juego directo y busque las cosquillas a los centrales -Chumi y Martos-. En la portería y en los laterales, la continuidad era coherente en un proyecto como el de Rubi, siguiendo cinco de seis nombres (Juanjo Nieto por Iván Balliu).

Otra historia bien diferente es de centro del campo hacia delante. Poco que objetar, más allá de la falta de un perfil más encarador desde los costados. En el medio cuentas con seis nombres complementarios y diferentes entre sí, desde un jugador más defensivo como César de la Hoz hasta la magia de Curro Sánchez y Arnau Puigmal y la polivalencia de Lucas Robertone, Javi Robles y Samú Costa. En la zona más ofensiva, los Largie Ramazani, José Carlos Lazo y Umar Sadiq se verán auxiliados por Arvin Appiah, Alejandro Pozo, Dyego Sousa y Juan Villar. En definitiva, un plantel, con algunas discrepancias, adoptada a las necesidades del técnico de Vilassar de Mar. Varios futbolistas capaces de rendir en varias posiciones y una alineación que todos tenemos en mente casi en su totalidad. Si todo sale bien, el ascenso gana posibilidades. Si comienza a resquebrajarse el equipo, los problemas aparecerán irremediablemente. Salud y fútbol. Por un año de éxitos.