Llevan años intentándolo, quedándose el pasado 25 de julio más cerca que nunca. Sólo un gol separó al Atlético Pulpileño de Segunda División B, que dentro de un año será la cuarta categoría del fútbol español. De ahí que el conjunto almeriense tenga más presión esta temporada, ya que no ascender significaría descender un peldaño de las escaleras de divisiones. Sin embargo, el buen hacer que viene realizando el Atlético Pulpileño en los últimos años le permite a pesar de ese 1-1 contra el Lorca (curiosamente el mismo resultado tanto en la ida como en la vuelta de la fase regular) jugar esta temporada la Copa del Rey. El rival será un equipo de Primera o Segunda División. Eso sí, los del levante almeriense no podrán enfrentarse al Real Madrid ni Barcelona al permitir Rubiales otro año más un sorteo condicionado, librándose de la primera ronda quienes jueguen esa Supercopa que la disputa hasta el apuntador. El lío ahora está en el terreno de juego, puesto que no está confirmado que el cuadro pulpileño pueda jugar ese encuentro copero, en caso de salir como local, en San Miguel, ya que la Real Federación Española de Fútbol vuelve a poner inconvenientes con algunos campos, como ocurriese hace un año, cuando, por cierto, se celebraron partidos en peores instalaciones que otras que sí pudieron disputar ese partido de Copa del Rey. Una Copa del Rey que le sabría mejor al los de Sebas López jugándola en San Miguel. Imagínense todo un Villarreal, Atlético de Madrid o Valencia jugando en el coqueto campo pulpileño, con ese jamón sorteado en el descanso y ese pesado de tribuna comiéndole la oreja al linier. Si el ente federativo da el visto bueno, los almerienses deberían jugar en San Miguel, anteponiendo lo deportivo y el romanticismo al dinero, no yéndose ni al Artés Carrasco ni a El Rubial. Pulpí y el Atlético Pulpileño se merecen saborear la Copa. Y dónde mejor que en casa.

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