Análisis

josé aguilar

Semana de Murcia y Pablo

Iglesias fracasará: ni atrae a Errejón, ni adelantará en las urnas madrileñas a Gabilondo ni derrotarán juntos a Ayuso

L A semana ha sido un espectáculo en sesión continua: en Murcia se ha concentrado todo lo malo de la vieja política de prácticamente todos los agentes políticos, se ha asistido en directo al principio del fin de Ciudadanos, se ha desestabilizado el Gobierno de la comunidad más importante de España y el número dos del Ejecutivo se ha fugado del cargo en una dirección incierta, pero peor de la actual. ¿Hay quien dé más?

La dimisión de Pablo Iglesias y su candidatura a la Comunidad de Madrid es a la vez una fuga adelante, un acto de generosidad política y una muestra de vanagloria. Se va porque la gestión le aburre y la pelea política en las trincheras, la dialéctica de la polarización y los juego de tronos le atraen irresistiblemente. Se va porque es consciente de que Unidas Podemos puede quedarse sin escaños en la Asamblea de Madrid al quedar por debajo del 5% de los votos y se va porque cree que con su liderazgo se puede concitar el peligro: su nombre aporta a la lista de UP más que ningún otro (probablemente con razón).

El contexto es fácil de comprender: al contrario que al resto de los partidos conocidos, a Podemos el acceso al poder le ha sentado fatal. Desde que entró a formar parte del Gobierno de coalición con el PSOE, Pedro Sánchez no ha hecho más que crecer y Pablo Iglesias no ha hecho más que disminuir. Podemos ha perdido votos en todas las elecciones que se han celebrado desde que se pactó la coalición. Ahora mismo es una carcasa sin poder territorial propio. Si desapareciera de Madrid, quedaría en nada. Con ministros, eso sí, subordinados a los ministros socialistas.

Lo malo es que la jugada madrileña de Iglesias parte de tres premisas presuntuosamente falsas. Una ya se ha demostrado imposible: que él iba a liderar a la izquierda radical en bloque (Errejón ha tardado veinticuatro horas en rechazar la reconciliación). Otra no ha sido posible ni cuando parecía inevitable: que esta izquierda va a imponerse al PSOE de Gabilondo, obligando a los socialistas a entrar en una coalición de gobierno presidida por Pablo. No ocurrirá. La tercera suposición del líder podemita es que tanta fuerza acumulada por las izquierdas vencería al fin, después de más veinte años, a la derecha madrileña en sus distintos pelajes. Tampoco va a pasar.

Así que Pablo Iglesias se dirige a un nuevo fracaso. Se ha ido del Gobierno, pero como líder de UP seguirá como interlocutor de Pedro Sánchez. Sin necesidad de trabajar.

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