Somos un país de refranes. Este tipo de sentencias populares, teñidas de experiencia y sabiduría están muy presentes en la lengua castellana. Se calcula que existen unos cien mil ejemplos. El que reza: "Nadie es culpable de la que cara que tiene, pero sí de la que pone", es uno de mis favoritos. El matiz de la voluntariedad que encierra este concepto es el que mejor define y diferencia, a mi juicio, lo serio de la seriedad. Porque ser serio tiene connotaciones positivas y negativas. No es incompatible ser una persona muy poco dada a reírse y manifestar alegría, y ser un tipo en el que confiar. FF tiene mucho de ambas cosas. Como la lluvia en la provincia de Almería, el zapillero se ríe entre poco o nada, es cierto. Eso, para muchos, es un defecto. Le pasa lo que les ocurre a José María Salmerón o a Lucas Alcaraz. El almeriense y el motrileño no son precisamente la alegría de la huerta, aunque ambos mejoran en el cara a cara. Pero FF inspira confianza. Este periodista le dejaría las llaves de su casa a ojos cerrados y sin ningún miedo a recibir el piso en mal estado, revuelto, sucio y hecho unos zorros. No es de ese tipo de personas que obra con engaño e intención de burlarse. Al menos, así me lo parece. Los tipos serios -formales- caen bien. Los muy serios, con cara amargada, tienen una prensa peor. Se pueden cambiar los hábitos, pero es más difícil mudar de carácter. Cada cual tiene el suyo, personal e intransferible. Y el técnico de los unionista es así, pese a quien pese, guste o no. Lo que ocurre es que la clasificación y rendimiento de los suyos le ofrecen motivos suficientes para cambiar su semblante, circunspecto y preocupado, por otro más risueño y alegre. Porque también se puede ser una persona desenfadada y no por ello dejar de ser responsable, trabajador y fiable. ¡Smile!míster.

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