El Almería ha tardado poco en dar sentido al extraño movimiento llevado a cabo en el estadio durante el parón, el de colocar gradas supletorias en la parte superior de preferencia cuando el Mediterráneo ni mucho menos se estaba quedando pequeño debido a que la entidad, en su día, decidió no dispensar abonos nuevos -según, claro, la versión oficial- y a que los precios de las entradas sueltas son prohibitivos. La breve campaña de abonos que ha habilitado, con mil unidades, responde a las preguntas que pudiéramos hacernos sobre la instalación de estos nuevos asientos. Todo era porque el club quería ampliar su masa social. Buen movimiento y tema aclarado. No obstante, la maniobra ha dejado aspectos más que mejorables en la práctica. Cobrar 380 euros a los nuevos abonados a cambio de diez partidos es excesivo. No ofrecer un descuento a desempleados, estudiantes, pensionistas o niños es, directamente, un abuso. Una madre que quiera abonarse media temporada con su hijo pequeño habrá tenido que desembolsar 760 euros. Un desempleado que apenas cobre 500 euros tendría que destinar alrededor de tres cuartas partes de su sustento a ello. Inviable. Sorprende que el fútbol se esté convirtiendo en algo exclusivo y tan alejado de la realidad económica de muchos hogares. Máxime, cuando la inmensa mayoría de los ingresos de los clubes vienen de temas que poco tienen que ver con la taquilla. Y, pese a todo, siempre aparecen aquellos que te afean esta crítica. Que qué queremos estando en Primera. Que si no sé qué club tiene abonos más caros. Que si no te gusta, la solución es no abonarte. Aficionados excluyendo a otros aficionados. El meme de shut up and take my money! hecho carne. Cómo criticar la subida del salario mínimo siendo asalariado. Aún así, los mil abonos se han agotado en horas porque hay infinitas ganas de UDA. 380.000 euros a la caja. Todos contentos. Esperemos que dé para abrir más un par de tornos más a la entrada.

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