Era inevitable que, tras la racha triunfal de cuatro victorias, tres en liga y una en copa, se desatara cierta euforia en la afición y más de uno sacara los pies del tiesto, en cuanto a las expectativas que de repente creó sobre el equipo, empezando por una supuesta victoria fácil en Córdoba. El fútbol nos dejó claro que esta liga va a ser muy larga y que nadie asciende o desciende en septiembre u octubre. El Almería salió en Córdoba con la alineación de gala que tan buenos resultados nos había venido dando. El conjunto califa, consciente de la intensidad y ritmo alto que los rojiblancos suelen poner en sus partidos, se encargó de hacer el partido trabado, desconcertando a los almerienses. La lesión de Ibiza tampoco ayudó a mejorar el panorama, ya que fue la primera fisura a nuestra confianza. A partir de ahí, si bien es cierto que no fue un partido tan brillante como en Soria, no es menos cierto que quizás lo más justo habría sido un reparto de puntos. De cualquier forma, el partido en El Arcángel demostró que este Almería de Fran Fernández está obligado a no bajar la guardia, viviendo siempre alerta, como dice una canción de la banda vasca de rock Soziedad Alkoholika. Si el Almería pierde la concentración, si no tiene puestos todos sus sentidos en el partido, lo acaba pagando caro. Y ese es el aspecto que ha de ser innegociable para nosotros. Al Almería se le tiene que pedir intensidad en todos y cada uno de los partidos, y me consta que Fran Fernández hace bastante hincapié al respecto. La derrota no cambia nada. El conjunto rojiblanco sigue teniendo un calendario importante por delante y sigue teniendo las mismas virtudes, y defectos, previos al partido de este fin de semana. Lo que no podemos hacer es pasar del infierno al cielo, y viceversa, en función del marcador. El equipo es el que es, y tiene aspectos mejorables, también en el próximo mercado invernal, ya que es evidente que hay posiciones mejor cubiertas que otras. Entre tanto, a centrarse en lo que se nos viene encima, empezando por una UD Las Palmas que, pese las ausencias por los compromisos de las selecciones, tiene un señor equipazo.

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