Análisis

fernando yélamos Rodríguez

Sintiendo a lorca

Eran las cinco de la tarde del 5 de junio de 1976. El sol caía de lleno y allí nos encontrábamos miles de personas, con hambre de libertad y pañuelos y gorras en las cabezas. Algunas frentes goteaban como los mulos en las trillas. El sol calentaba fuera, pero dentro las almas sentían frío.

El silencio y un sentimiento de callado respeto parecían pesar sobre los presentes. Podría decirse que ese mudo sentir aplastaba aún más nuestras miradas contra el suelo, mientras que nuestras mentes viajaban en el tiempo intentando borrar un día que todos queríamos que nunca hubiera existido.

Nuria Espert subió al escenario de libertad y… ¡sonaron los gemidos y la poesía de Federico García Lorca! Sentí frío, pena, llanto, y mi piel, ya engallinada desde hacía rato, se estremeció como todo mi cuerpo, a la par que en mi pensamiento sonaba mi canto:

Víznar, pueblo de silencio y llanto,

allí donde Federico fue callado…

¡Ay, carretera de Víznar-Alfacar!

¡Ay, pinos verdes y silenciosos!,

quietos y mudos mirones del camino,

testigos silentes de tamaña crueldad.

¡Ay, cuánta pena, cuánto llanto!

¡Ay, cuánta sangre derramada!

¡Ay, cuánta poesía callada!

¡Qué pena, qué pena…, qué pena!

Al terminar mi canto, regresé a la realidad: golondrinas jóvenes que se van de nuestros cielos. A las que quedan, las echan de sus nidos, y otras no pueden volar porque sus alas están heridas. ¡Ay, cuánto sufrimiento alrededor! ¿Dónde está la libertad, que ya no la veo? Que hasta nuestra savia joven, nueva y fresca se va de aquí…

En este 5 de junio de homenaje a Lorca pido al mundo, al más allá, que vuelvan todas las horas de libertad… Y quiero, con mi humilde canto de los Filabres, homenajear al pueblo de Fuente Vaqueros, que vio nacer al poeta de poesía ni soñada, que nunca deja los corazones, los pensamientos ni los sentires indiferentes.

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