Análisis

jorge colipe

Soledad

Es la cruda imagen de la soledad, es el abismo entre Leo Messi y los demás

Hay momentos en la vida en la que te encuentras solo. Seguro amigo lector lo has experimentado y en algún momento especial de tu existencia, a pesar de estar físicamente acompañado, has sentido que en el planeta estás solo tú y tu desventura.

Si yo fuera Leo Messi, el viernes en el Wanda Metropolitano, vistiendo la camiseta de Argentina, me hubiera sentido de esa manera; solo. Solo a pesar de que 10 tipos de pantalón corto con la misma zamarra, un cuerpo técnico y un puñado de aficionados estuvieron allí presentes. Messi en ningún momento se pudo comunicar, porque él habla un idioma y los demás otro.

A los que podrían haberse comunicarse con el 10 del Barcelona, Lo Celso o Lautaro, les comió la lengua el gato. Los demás hacen ruido, muecas, un poco de escándalo, pero no hablan. Son torpes jugadores de fútbol que intentan, pero no pueden, comunicarse con el artista.

Claro, Benedetto no es Luis Suárez, y un mismo pase de tacón puede ser el preludio del gran acabado de una obra, o el principio de una sonrisa sonrojante mientras pensamos que el muchacho hace lo que puede, pero no da para más. En Argentina el portero no habla, solo murmura y la defensa es de primera D metropolitana.

Por eso es imposible que nada salga bien, porque sin equipo ni individualidades que acompañen, el desastre no lo evitará ni siquiera el mejor del mundo. Messi vuelve a la selección y la selección es la nada. Dirigentes mafiosos, técnicos de paso y jugadores sin nivel se encomiendan al 10 para que el negocio siga funcionando.

Es la cruda imagen de la soledad. Es el abismo entre Leo y los demás. Es la gran mentira del fútbol argentino, porque de donde no hay, no se puede sacar nada.

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