Superliga

Se ha topado con la oposición de gran parte de los integrantes de la industria del fútbol

Ha sido el tema estrella durante esta semana, no se hablaba de otra cosa en cuanto a deporte se refiere, acaparando el foco mediático prácticamente en su totalidad. La palabra Superliga ha estado en boca de todos durante estos últimos días. Un torneo que tras los últimos acontecimientos apenas ha tenido 48 horas de vida, o al menos eso creemos. Una competición que nacía con el fin de aumentar los ingresos de los grandes. Una competición que sus impulsores la vendía como la salvadora del balompié, obviando las consecuencias que podía traer al resto de clubes. Una competición en la que, si bien cinco de sus plazas no serían fijas, se obviaban los méritos cosechados, algo fundamental en cualquier deporte. Una Superliga que se ha topado con la oposición de gran parte de los integrantes de la industria del fútbol con la UEFA y las ligas nacionales a la cabeza. Unos estamentos, estos últimos, que no podemos olvidarnos que se oponen porque ven peligrar sus intereses económicos, desmontándoles el chiringuito. No podemos tratarlos ahora como si fueran los rescatadores de este deporte, ni mucho menos considerar que estamos ante unos románticos del balompié. Solo miran por su propio beneficio, debería estar claro. Unos organismos que han sacado todas sus armas, la artillería pesada, contra los impulsores de la Superliga para lavar su propia imagen, ni más ni menos. Es innegable que el fútbol, como otras tantas actividades, es un negocio. Un negocio en este caso muy codiciado, la gallina de los huevos de oro, algo a tener en cuenta para comprender lo sucedido con la aparición de esta nueva competición. La burbuja del fútbol pronto o tarde acabará explotando como anteriormente ocurrió con el ladrillo pese a que haya quien no lo quiera creer. La Superliga o el dinero por encima de todo.

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