Veinte días han pasado desde que el Girona pusiera fin al sueño del ascenso de la UD Almería. Tres semanas que han dado para mucho. Un servidor ha tenido tiempo de superar la COVID, de marcharse de vacaciones a Menorca ya con el alta bajo el brazo y de volver al trabajo. Incluso, de reflexionar que lo mejor para nuestra salud y ocio fue esa eliminación a manos de los catalanes. Ya me veía en la isla balear teniendo que estar haciendo malabares para cuadrar mis visitas a las salvajes playas vírgenes arropadas por preciosos bosques de pino con un infumable Almería-Elche. Hace tiempo que aprendí que lo mejor cuando viajas es no tener que depender del fútbol. Así, no hice ni un mísero esfuerzo por ver la final de Champions. Se lo llegas a decir al César adolescente y te retira la palabra. Pero ese chaval despreocupado y atolondrado ni siquiera valoraba las vacaciones.Sí, en este tiempo ha dado tiempo a mucho, incluso a que el Almería se desmantele. La multitud de futbolistas cedidos con opción a compra se ha marchado a sus clubes de origen, mientras que Rosic, Darwin, Romera, Vada, René, Ibiza e, incluso, Lazo o Balliu, se han ido o se irán en las próximas horas, según se apunta. Un éxodo similar al de los tiempos de guerra. Salidas que dejan el plantel de José Gomes bajo mínimos, con apenas un portero, un único central de referencia, un par de laterales, unos pocos mediocentros y algún jugador de banda. Paren de contar. Ni siquiera hay delanteros. Aunque es cierto que la temporada empieza en tres semanas para los andaluces, no lo es menos que la mayoría de clubes la inician ya, por lo que muchos de los candidatos que baraja la dirección deportiva unionista empezarán a dejarse llevar por las prisas para cerrar su presencia en algún equipo cuanto antes. Veinte días dan para mucho. Para todo. O, en el caso del Almería, para casi todo. Falta un buen puñado de fichajes y, además, de garantías. Un pequeño detalle.

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