Es la competición que todo equipo de Europa ansía disputar. A todos los niveles, no hay quien le tutee a este lado del Atlántico. El nuevo formato resulta extenuante para los protagonistas, pero fascinante para el espectador. Batallas entre lo más granado del continente cada semana, o cada dos o tres días, ese es el suculento menú que pone en la mesa la Euroliga. Además, jugosos ingresos económicos (ganar un partido es algo menos de un cuarto de lo que paga la Eurocup por ganar su competición), reporta un estatus superior a cada entidad. Eso sí, la exigencia alcanza cotas máximas. Que se lo digan a los españoles. Gastado un tercio de competición, ninguno de los cinco representantes nacionales puede presumir de un balance positivo, solo el Madrid equipara sus victorias con sus traspiés. Lo que solo le hace rondar la séptima plaza y ser el único en playoffs. El resto miran para arriba para otear la cornisa que aún está alta, muy alta. Amenaza el conjunto de Laso con caer algunas posiciones. Se sobrepone a una plaga de bajas reseñable (de sus primeras espadas solo Doncic se mantiene en pie) y ya dejó en el camino victorias que se le presuponían. Un poco más abajo anda el Barcelona, que tuvo un grave bache, pero ahora anda luchando por colarse por encima del corte. En mejor estado vive el Baskonia, que despertó tras el cambio de capitán. Pedro Martínez trajo aire fresco y más kilómetros en los banquillos. Su mano se está notando sobremanera. Quedan las dos últimas plazas para los novatos en estas lides. Valencia echa de menos partidos que tenía amarrados, mientras intenta sobrevivir a una enfermería repleta. Y cierra la tabla el Unicaja, que encadena cuatro traspiés y visita Vitoria. No en números, pero sí en sensaciones andan lejos los clubes españoles de equipos como el CSKA, Olympiacos, Fenerbahçe o Panathinaikos, que dominan con puño de hierro la Euroliga.