Los que dicen que saben algo de la vida suelen tirar de cliché y advierten que el tren pasa muy pocas veces en nuestro ciclo vital. Hablan de las oportunidades, siempre escasas, que te obligan a tomar decisiones, redoblar esfuerzos y apostar por lo que quieres, si realmente lo quieres. En el fútbol pasa algo parecido. No todo es dinero o grandes nombres. El hambre, el deseo y hasta una pequeña pizca de suerte deben ser parte de la masa madre con la que conseguir los objetivos. Este sábado me senté dispuesto a ver cómo la Unión Deportiva Almería se decidía a subirse al expreso del ascenso directo después de ganarle al Sporting en casa tres días antes. Lo que pudo ser y no fue, luego de un partido en el que el equipo de Mario Silva le brindó a su adversario, el Tenerife, todas las posibilidades para que se llevara los tres puntos, que fue lo que en el tiempo de descuento acabó sucediendo. Lo tenía todo para ganar y lo perdió. Porque le falta eficacia, porque cuando tuvo el dos a cero después de una contra en la que Darwin le regaló el tanto a Lazo, éste la tiró afuera; porque en la jugada siguiente las circunstancias del juego provocaron que el codo de Villalba interceptara un disparo dentro del área que el Tenerife transformó el penalti en empate y porque la imprudencia de Iván Balliu en el minuto 90' dejó al equipo con diez jugadores en el momento en el que el visitante solo se dedicaba a tirar la pelota lo más lejos posible de su portería. Y si cuando las cosas pueden ir mal, irán mal, Bermejo convirtió el segundo gol visitante demostrando que a la suerte hay que ayudarla o aprovecharla. El equipo tinerfeño había hecho poco para llevarse la victoria, pero el Almería no supo o no pudo traducir la superioridad y las ganas en posiciones de privilegio que pusieran la directa a primera división. El jueves toca revancha en Gerona contra el equipo de Francisco, una astilla del mismo palo que busca hacerse un hueco en los play off.
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