Más de dos meses han pasado ya desde que el esférico rodó en el verde del Mediterráneo, en ese agónico encuentro ante el Reus. Por fin esta semana comienza la Segunda División, aunque habrá que esperar once días más para ver a los de Ramis en directo en el feudo de la Vega de Acá.

El último número de la revista Panenka -todo amante del fútbol debería tenerla en su mesita de noche-habla sobre el fútbol de los 90. El fútbol ha sufrido una enorme evolución en todos sus sentidos en dos décadas. Los torneos de verano ya no eran lo que fueron antaño, las giras mundiales han hecho daño en este sentido. A pesar de eso, la mayoría de estos trofeos -por no decir todos- continúan disputándose, al igual que es sólo la nobleza los que cruzan fronteras durante la pretemporada.

No hace falta remontarse hasta los 90 para disfrutar de un trofeo veraniego que despertase ilusión en Almería. Si los amistosos no tienen esa emoción que da la competición, hay que incentivarlos de alguna manera, esto es, con un rival que le produzca mariposas a la afición local. Recuerdo la edición de 2002 del Juan Rojas, con la UDA recién ascendida a Segunda División y midiéndose a ese Villarreal al que sólo un gol le separó de jugar la final de la Copa de la UEFA la temporada siguiente. En la 02/03, Reina, Belleti, Palermo, Guayre, Senna, Galca y un largo etcétera (ese curso, Verza debutó en Primera División con ese equipazo).

Ahora ni hay trofeo Juan Rojas ni partido de presentación. No entro en la denominación del torneo. Simplemente en que habría que hacer de él una tradición cada verano, con un rival que llame la atención y un trofeo personalizado para la ocasión.

Las entidades grandes no lo son simplemente por los resultados que consiguen en el césped, sino por la ilusión que desprende, la profesionalización y los detalles.

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