Que compre el equipo de tus amores un jeque saudí verdadero -no como aquellos que estafaron a Ángel Torres en el Getafe-, que venga con petrodólares por delante (de lo contrario ¿alguien cree que habría convencido a Alfonso?) y con un equipo de gente, por mínimo que sea, con bagaje futbolero no puede más que ser recibido por el aficionado medio con una gran sonrisa, los brazos abiertos y mucha ilusión de aspirar con opciones reales a regresar a Primera.

No hace falta entregarse como talibanes a la causa de Turki, ojo, pero tampoco renegar desde el minuto cero sobre las intenciones del saudí. Un deseable término medio seguro que sitúa a la hinchada en el punto de ilusión adecuado para afrontar el presente inmediato con más esperanzas que en la agotadísima etapa que pilotaba el dirigente de Águilas, quien en su bagaje particular se lleva unos últimos años de estancamiento y se diría que dejadez que seguramente sobraron, pero también los más gloriosos momentos del club en Primera de toda su historia. Y eso se le tiene que reconocer siempre a Alfonso.

Tengo muy cercano el ejemplo de Granada, mi lugar de nacimiento y donde he trabajado durante muchos años. He de decir que difícilmente se puede estar más hundido de lo que lo estuvo el club nazarí, que si está vivo bajo su denominación y razón social histórica fue justamente por la pelea de unos cuantos aficionados que muchos tildábamos de locos y por la aparición milagrosa, poco antes de expirar, de 'un Alfonso García', como fue en su momento la familia Sanz (Lorenzo y su hijo Paco). Aquellos consiguieron estabilizar al moribundo y tuvieron que ser empresarios foráneos los que lo llevaran a lo más alto: primero el tándem italo-murciano Pozzo-Pina y ahora el clan chino de Jiang, que, por cierto, fracasó con estrépito en su primer año. Este es el fútbol moderno, amigos. Y al jeque se le ve ilusionado y con billete. Más que a Alfonso. Así que... disfruten la nueva era. Con los ojos bien abiertos y las bufandas al viento. La UDA lo merece.

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