El valor real de un mineral se lo da su cristalización. Su brillo es otra cosa. Tiene que ver con su aspecto superficial. Es una propiedad muy importante en las piedras preciosas. Y también es una de las razones principales de la compra. Pero informa poco y engaña mucho. Desenfoca y ciega. La UDA brilló y brilló mucho en las primeras jornadas. Brilló tanto que deslumbró y no dejó ver. Y hay que brillar para alumbrar, para dar luz. Esa es la tarea de Guti. Tiene buenos jugadores a su cargo. Pero los buenos lo son porque son los que quieren mejorar y ese es otro de sus retos. Los casos de Arvin Appiah y Ante Coric también lo son. El primero, caro y jovencísimo (18), llegó como la perla del fútbol inglés. El segundo, 22 años, ha recalado como un diamante en bruto y ha pedido el cambio en los dos últimos partidos. Los dos están por pulir. Tienen calidad, pero no andan sobrados de talante. Las obras se empiezan con talento y se acaban con trabajo. Ambos, arquitectos del balón, entienden mucho de planos, pero hay que arremangarse. No hay jugadores malos ni buenos. Los hay buenos que son mejores si están en forma. Y no es el caso de esta pareja. Por falta de confianza, juventud o inadaptación; ausencia de ritmo o cambio de preparación física y alimentación, o por todo, están pero no son. Figuran pero no son figuras. Su caso es el del equipo. La cabeza y las piernas no van a la misma velocidad. El equipo toca, toca y retoca, pero no llega a la presión y no recupera. Y sin robos, no hay peligro ni contras. Sencillo y difícil a la vez como es el fútbol, ininteligible cada siete días. La UDA tiene brillo, lustre y perlas para volver a brillar y deslumbrar, pero alumbrando su camino sin cegarse con la tentación de su sola calidad. Talento y callo. Dos en uno. No hay otra.

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