La historia del patrocinio deportivo que Unicaja mantiene con el Club Voleibol Almería merece un capítulo aparte en los anales del marketing. Casi 30 años de respaldo sin fisuras se observan en muy pocas disciplinas deportivas. Cierto es que a la entidad puede interesarle mantenerlo en el tiempo por la repercusión mediática que le reporta y sobre todo por la clientela que posee en la provincia, pues no conviene olvidar que surgió de la antigua caja de ahorros y monte de Piedad de Ronda, muy instalada en Málaga y Almería. Lo más llamativo de la simbiosis entre club y entidad, hasta un punto enternecedor, es haber mantenido el apoyo a las duras y las maduras, cuando llovían títulos y cuando han caído chuzos de punta. En la reciente crisis económica mundial lo más fácil fue dar las gracias y salir corriendo, pero Unicaja mantuvo el patrocinio contra viento y marea, decisión en la que tuvo mucho que ver la figura de Ramón Sedeño, sempiterno presidente del club ahorrador en los últimos lustros, con mucho peso en el consejo de administración. El pasado sábado en Melilla, con escaso público en las gradas e ínfima repercusión a nivel nacional, los almerienses alzaban su undécima Copa del Rey, título que refrenda al club como el más laureado en la historia del voleibol español. Se da la paradoja de que Unicaja ha llegado a tal punto de excelencia deportiva que tuvo casi más felicitaciones por twitter que gente acude semanalmente al Moisés Ruiz para seguir sus partidos en directo. La costumbre de ganar... Muy típico de los almerienses, pero también sintomático de cómo está la competición a nivel nacional. El regreso a Europa es necesario y perentorio porque de lo contrario la fiel afición que aún arrastra, terminará por desistir del proyecto. Y es que con la nostalgia de los Elgueta, Matheus y compañía, pero también de Veres, Salvador, Cosme o Berenguel, es difícil de lidiar.