Verdad absoluta

Habría amasado un botín por cada técnico de barra de bar que me he topado

Vivimos en unos tiempos, una época, de constantes contrastes. O es blanco o es negro, otros colores, por supuesto, no existen. Unos tiempos en los que no pocos se creen en posesión de la verdad absoluta y nada más allá de su opinión es válido. Un contexto al que el deporte, y el fútbol en particular, no escapa. Raro es no encontrarse en la grada a aquel aficionado que cree saber más que el entrenador, aún en muchos casos no teniendo titulación alguna para dirigir. Los también conocidos como entrenadores de barra de bar. Esos cuya opinión es la única válida o, al menos, eso creen y pobre de ti si les llevas la contraria. Este periodista ha de reconocer que habría amasado un interesante botín si le hubieran dado un euro por cada entrenador de bar que se ha topado en su vida. ¿Quién no? Unos entrenadores de barra de bar que, por desgracia, campan también en los campos de fútbol base. Un fútbol base en la que no pocos padres consideran saber más que el entrenador de turno. Esos para quienes todo es culpa del entrenador. Si el equipo pierde, culpa del entrenador. Si el equipo no marca, culpa del entrenador. Si su hijo no marca, culpa del entrenador. Si este es suplente, culpa del entrenador. Si no cuenta con más minutos, culpa del entrenador. Pero si el equipo gana, espera, ahí ya no es culpa del entrenador. Ellos tienen la verdad absoluta. Unos poseedores de la verdad absoluta que, hoy en día, se pueden extrapolar a cualquier ámbito de la vida. Solo ellos tienen la razón, poco importa lo que digan los demás. Unos seres con los que es sumamente complicado mantener una simple conversación sin acabar a gritos. Su palabra va a misa, incluso aunque no sean creyentes. Una especie que campa a sus anchas y, ni mucho menos, parece estar en peligro de extinción.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios