Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

Que alguien me lo explique

¿En Almería puedes tomar una caña con cuatro amigos pero no sentarte de forma segura en una grada?

Pasan las jornadas y sigo sin comprender por qué todavía no puede asistir público, de forma ordenada y respetando las medidas de seguridad sanitarias, a presenciar partidos de la UD Almería B, de su primer equipo femenino o del Poli Almería. Si uno sale a pasear un martes cualquiera, a partir de la una de la tarde, ve el Paseo Marítimo lleno de gente, disfrutando del sol almeriense, personas jugando al vóley playa, sin mascarillas, las terrazas de los bares repletas, con cuatro personas sentadas en menos de un metro y medio cuadrado o a una veintena de chavales haciendo piruetas en las barras que hay en el parque de Las Amadrabillas, sin usar guantes ni gel hidroalcohólico cuando posan sus manos sobre el metal sudado que han tocado decenas de manos en menos de una hora. Que me parece muy bien que se vaya recuperando la normalidad, la verdad. Todos estamos deseando que acabe esta maldita pandemia y poder disfrutar de la vida como lo hacíamos antes de que apareciese la COVID-19 y lo cambiara todo. Pero hay cosas que no entiendo, que no me parecen para nada lógicas. Resulta que el Ayuntamiento de Almería todavía no deja que en sus instalaciones municipales pueda asistir público para presenciar un partido de fútbol. Es decir, que veintidós futbolistas pueden luchar por meter gol, rozándose continuamente, sudando, pero medio centenar de personas, manteniendo distancia de seguridad y con su mascarilla, no pueden estar sentadas en una grada durante noventa minutos. Que alguien me lo explique. Familiares y amigos de los jugadores, ante la imposibilidad de poder ver de una forma cómoda los partidos, se acercan a cualquier valla desde la que se pueda ver la contienda, algo que creo que es muchísimo más peligroso, porque no es controlable, que estar sentado en una grada respetando el protocolo que sea oportuno dadas las circunstancias actuales. En fin, no sé si es que los políticos se preocupan demasiado por nuestra salud o más bien solo por la suya, por evitar problemas que parecen no ver en otras parcelas y contextos.

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