Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

El alma del deporte

Unas veces se gana y otras se pierde pero siempre hay que celebrar que se da buen ejemplo

C UANDO pensamos en el mundo del deporte, lo primero que se nos suele venir a la cabeza son celebraciones de victorias, estadios llenos, golazos, brazos en alto segundos antes de cruzar una meta, botellas de cava descorchadas y muchas veces también las distintas estrellas deportivas mostrando sus lujos, su alto nivel de vida acorde a sus ganancias. Siempre tendemos a priorizar el sentimiento competitivo, sin tener en cuenta otros factores. Sobre valoramos el podium, al que hay que llegar cueste lo que cueste, aunque sea haciendo trampas como con el dopaje, pero el deporte no debe limitarse a ese afán de quedar primero. Me gusta como la Carta Europea, escrita en mayo de 1992, definía la palabra deporte como "todas las formas de actividades físicas que mediante una participación organizada o no, tienen como objetivo la expresión o la mejora de la condición física y psíquica, el desarrollo de las relaciones sociales o la obtención de resultados en competición de todos los niveles". Y es que, lejos de su definición más simplificada, el deporte debe ser ante todo un escaparate de valores, cuelguen o no medallas de oro de un cuello. Lo que diferencia todavía al deporte de un negocio empresarial, que es en lo que se han convertido muchas disciplinas por culpa de plataformas televisivas, marcas de ropa y casas de apuestas, o de la política, no es precisamente entrar bajo el Arco del Triunfo de París con un maillot amarillo, que también está muy bien, evidentemente, porque es hazaña, épica, y palmarés, ya que la memoria deportiva suele recordar únicamente a los grandes vencedores, pero también es difícil no guardar en la retina gestos necesarios como el pararse a ayudar a un rival que ha caído desplomado de cansancio en una carrera de montaña, un niño dando saltos de alegría al recibir una camiseta de su ídolo, atar la bota al portero contrario, ser respetuoso en el triunfo o plantar cara al racismo en los eventos deportivos. Eso es el alma del deporte. Se podrá ganar o perder, pero siempre hay que celebrar que se ha dado un buen ejemplo.

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