El cielo no puede ser violeta, Juanito. Arréglalo anda." Dijo con una sonrisa condescendiente -ante mi cara de estupor- una maestra mientras señalaba con un dedo inquisidor el paisaje que uno de mis alumnos acababa de pintar.

Una biblioteca pública se puso en contacto conmigo para que impartiera un taller de dibujo a varios grupos de niños de los colegios vecinos. Los tutores de cada aula se quedaban en clase para ayudarme a lidiar con las manos sucias de alrededor de 25 fieras descontroladas de entre 7 y 10 años. Durante aquellos dos meses tuve que asistir perpleja a ciertas escenas en las que algunos tutores explicaban a sus alumnos el modo correcto para llevar a cabo los ejercicios propuestos en clase de creatividad. Como si el juego o la experiencia de la creación libre fuese similar al montaje de un mueble de Ikea: ensamblar una a una cada pieza según el número y la sentencia de las instrucciones de uso traducidas a 7 idiomas. Picasso afirmaba que el objetivo de toda una vida de entrega al arte era precisamente conseguir pintar como un niño. Sin embargo algunos espectadores apelan a la frase "Esto lo haría hasta un crío" cuando se enfrentan a la visión de ciertas obras abstractas, sin ser conscientes de que son precisamente los más pequeños aquellos que poseen una creatividad más genuina y auténtica; no hay miedos, ni complejos, ni juicios cuando se crea desde la infancia.

Ser intuitivos, creativos y espontáneos son habilidades innatas en el ser humano, cualidades que la sociedad nos ha ido castrando según avanzábamos hacia la edad adulta. Nos enseñaron a dibujar un círculo con líneas rectas alrededor para representar el sol; las casas con tejados a dos aguas (aunque un niño de Almería no haya visto una de esas en su vida) y por supuesto nos dijeron que el cielo siempre era de color azul.

Mi profesora de teatro me contaba hace algunos días que no es casual que en inglés se use el mismo término -to play- para describir la acción de jugar y al mismo tiempo la de actuar en una película o una obra teatral. Esa es exactamente la misma sensación que experimento cuando me enfrento a un lienzo en blanco: siento como si fuera un juego. El juego que permite abstraerse de la realidad y de las preocupaciones la mayor parte del tiempo. Aunque también es bastante normal quedarse bloqueada en medio del proceso creativo o incluso sufrirlo, cuando los miedos entran en acción.

Con frecuencia me encuentro con gente que afirma avergonzarse de su forma de dibujar, que hasta se sienten abrumados si les invito a pintar conmigo en el estudio. Así están las cosas: no es solo que hayamos perdido la costumbre de experimentar, o dejarnos llevar de forma lúdica en nuestra vida sino que incluso nos produce pavor la idea de enfrentarnos algo cuyo resultado no podamos controlar a la perfección.

La idea del juego se torna así en amenaza, en tanto que es una experiencia que se rebela contra la dictadura que ejerce en nosotros el hemisferio izquierdo, osea: aquella parte de nuestro cerebro con tendencia al control y la planificación.

He aquí uno de los motivos por los cuales los niños son verdaderos artistas: se vuelven grandes maestros del juego y por tanto de la creatividad.

Por otro lado el cien por cien de las veces solemos relacionar esta capacidad con el desempeño de actividades artísticas. Sin embargo ni el fuego ni la penicilina, ni siquiera ese teléfono inteligente que guardas en el bolsillo, existirían hoy si no fuera porque en algún momento alguien puso a trabajar el don de la inventiva.

La imaginación es una característica que podemos aplicar en cualquier aspecto de nuestra vida; en nuestras relaciones, en la forma en la que nos vestimos o el modo en el que cocinamos; somos creativos en el sexo, a la hora de resolver un problema con nuestros hijos o si queremos ayudar a un amigo a reponerse después de un mal momento.

Aportar una perspectiva distinta ante cualquier planteamiento requiere de un esfuerzo creativo. El sistema educativo que forma a nuestros niños hoy en día, sin embargo, sigue dejando de lado las materias en las que se entrena dicha habilidad como son la música, la filosofía o la educación plástica.

A pesar de ello, muchos investigadores sugieren desde hace años que el mercado laboral está cada vez más orientado a reclutar profesionales cuya competencia principal esté relacionada con la creatividad en cualquiera de sus formas. Los puestos de trabajo que desarrollen funciones mecánicas, y que no aporten ningún valor directo a la sociedad van, ir siendo sustituidos progresivamente por dispositivos electrónicos.

Y es que si hay algo que nos aleja de un autómata en un momento histórico en el que la tecnología se ha vuelto un medio fundamental para relacionarnos socialmente, en el que tenemos una máquina que nos ayuda a desplazarnos; otra que nos barre la casa o nos prepara la comida; otra que pueda entretener o hacer calmar el llanto de un bebé, es la capacidad para jugar, para crear o experimentar; para poder imaginar un paisaje bajo el brillante color violeta del cielo.

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