La realidad aceptada es apariencia, siendo su mundo una estructura ficticia que oculta panoramas divergentes con aquellos considerados ciertos por la razón. Es un universo pretendidamente organizado, con presunción de felicidad, pues todo tiene su respuesta, mas encierra injusticias y verdades crudas, las cuales son inherentes con la existencia natural.

Esta idea me surge al contemplar la exposición colectiva Ficciones y Fábulas, que desde posiciones estéticas divergentes, pero complementarias, varios artistas reflexionan sobre la solidez de la imagen percibida, la futilidad presentida de su esencia, cuando su consistencia es como la música, inaprensible, simulación ante nuestros ojos que vela otros escenarios invisibles.

Alejandro Gorafe presenta una pieza de intensa inteligencia expositiva, en la que la manipulación de la obra icónica de Leonardo induce una clara comprensión de la idea matriz comentada. La tranquila paz, observada en la sonrisa permanente de La Gioconda, necesita de múltiples gafas para escrutar su engaño. Poderosa composición, irreverente y precisa, que en una sola imagen plasma la verdad descarnada.

Profundiza en esta idea María Acuyo, cuando en su paisaje de figuración ligera, ingrávida, suspendida en un resplandor suave permanente, nos muestra la esencia de un espacio mágico, encontrándose en su seno el halo pasajero que distorsiona las formas percibidas, cuan chispazo espectral que rompe la percepción simulada.

Joaquín Peña-Toro descubre lo absurdo en la pulcritud del orden existente en la rutina de lo cotidiano, introduciendo confusión en el entendimiento, cuando el azar hace acto de presencia, no todo es como se expone a la observación.

La mirada irreverente de Carlos Jiménez nos ofrece la cara de la actualidad nacional, donde la imagen de un pretendido marqués afirma su dominio de la situación, mas en la simulación de Las Meninas velazqueñas aparece en el fondo, tras la puerta, el gran muñidor, aunque ¿hay algo más tras lo visible? Todo es artificio.

Estos artistas andaluces muestran su versión del tiempo presente, propuesta estructurada por Concha Hermano, comisaria de la exposición, quien logra aunar su genio creativo, junto a otros catorce autores plásticos, para desarrollar un relato de gran dinamismo contemplativo, consiguiendo engarzar una cincuentena de obras, facilitando que el espectador reflexione tras su visita, sobre la realidad que los medios sociales le ofrecen.