Una de mis películas favoritas del desaparecido Tony Leblanc es El Astronauta, rodada en nuestra tierra. Es una película en la que su personaje, Pepe Fernández, tras ver al primer hombre pisar la luna por la televisión, se dispone a repetir la hazaña despegando desde su pueblo de Minglanillas. Con sus amigos consigue hacer el lanzamiento a la luna para aterrizar… en Almería, más concretamente en el desierto de Tabernas, donde le reciben unos extras de los poblados del oeste de la zona. El Almería, empezando por su presidente y siguiendo por la dirección deportiva, quieren hacer creer a la afición que está en la Luna y la trata como tal. Dicen, tanto Alfonso, como Corona, como Iban Andrés, que, si alguien viene a pagar la cláusula de los Rioja, Corpas, Álvaro, Eteki y tal, el club nada puede hacer. También dicen que asegurar la continuidad de Juan Ibiza, ejecutando la opción de compra que en su día se dijo que teníamos (¿mintieron entonces?), no está en nuestra mano. Como también es imposible retener en Segunda a Juan Carlos o Saveljich, como se dijo en su día de Javi Espinosa, que acabó jugando en el Elche. Somos un club indefenso ante las garras de los clubes buitres. Quitarnos nuestros futbolistas es tan fácil como quitarle un caramelo a un niño, como dice el dicho. Lo que el club no explica es por qué no podemos intentar retener a estos jugadores mejorándole los contratos ridículos que firmaron el pasado verano, cuando eran unos desconocidos. Lo que no explica el club es cómo este verano, cuando se marchen jugadores como Caballero y Trujillo, con fichas altísimas, y se traspase algún futbolista, no podremos retener la columna vertebral de un equipo que tanto nos ha dado. La realidad es que el club carece de proyecto. El plan es sobrevivir temporada a temporada, que suene la flauta, agarremos un par de traspasos suficientes para subsistir y, si por un casual nos encontramos con la permanencia o un ascenso, bienvenido sea. Y culpan a la afición del desarraigo con su club. Y se quejan de que aquí no hay afición. Pero reflexión y autocrítica, cero.

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