Siempre he pensado que aquellos que ensalzan sin cesar la Segunda División no tienen el dudoso placer de tener que ver, como mínimo, un partido de esta categoría cada siete días. Las loas y alabanzas de quienes hablan de una Segunda de primer nivel se terminarían en cuanto viesen a un equipo salir de forma descarada a por el 0-0, a futbolistas que fingen estar gravemente heridos cuando se ponen por delante en el marcador o a árbitros que, pese a la ayuda del VAR, siguen cometiendo flagrantes errores como la permisividad con todas estas triquiñuelas.

Es una categoría rara, donde la calidad, a veces, te hace ganar, pero sin embaucarte. El talento apenas brilla a ráfagas, apagado continuamente por la pesadez que envuelve estos partidos plagados de interrupciones e imprecisiones. Por eso, hasta los más puristas de la posesión vemos harto complicado el protagonismo con balón que muchos equipos proponen. Para llevar a cabo este estilo se necesitan futbolistas que piensen rápido y actúen acorde a estas ideas con precisión, quizás, el concepto más importante que se asocia a esta filosofía, junto con la presión intensa. La falta de exactitud a la hora de realizar un control orientado o de entregar el balón a un compañero es la tumba de este estilo. Y en Segunda División abunda esto.

El Almería, no obstante, parece tener, este año sí, a futbolistas con la técnica suficiente como para alcanzar el protagonismo con la pelota que busca Guti. Será extremadamente difícil lograrlo en una categoría en la que tener el balón suele penalizar más que premiar, pero, si el exfutbolista del Real Madrid lo consigue, disfrutaremos. Ojalá. Aunque Guti tiene todavía mucho que aprender sobre la Segunda División. Exactamente igual que le sucede a Turki Al-Sheikh.

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