Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

¡Qué bueno es mi hijo!

Ser redactor de Deportes tiene muchas ventajas. Si este trabajo te gusta, te da muchísimas satisfacciones. Pero como todas las profesiones, también tiene sus cosas malas. Desde mi punto de vista siempre he destacado especialmente dos de esos puntos negativos que tiene esta forma de vida que tanto nos apasiona a muchos. Uno de ellos es el tener que trabajar prácticamente todos los fines de semana del año. Cuando todos amigos disfrutan, tú estás pringando. Te pierdes muchas escapadas rurales con tu gente, celebraciones familiares y si tienes críos olvídate de disfrutar de ellos como lo puede hacer un funcionario. No es lo mismo jugar en el parque un domingo que un martes. Y precisamente de eso va el segundo punto negativo del periodismo deportivo, de los niños y niñas. Bueno, más bien de sus padres. Este es un trabajo en el que siempre tienes la sensación de que te están vendiendo la moto, constantemente. Prácticamente cada día te topas con un padre que te trata de convencer para que saques a su pequeño en el periódico, porque supuestamente es el nuevo Messi. La realidad, luego, evidentemente es bien distinta, sin ánimo de menospreciar a nadie. Entiendo que un padre y una madre tengan un amor desbordante por su hijo, pero no le hacen ningún bien metiéndole ya en la cabeza desde tan pequeño que es el mejor con el balón (y más aún sin serlo realmente) y que tiene que llegar sí o sí a ser una estrella. Pues oigan, no. Lo primero es que con siete años un chico o una chica debe disfrutar de lo que hace, practicando el deporte que sea, sin tener que llevar esa presión a sus espaldas que tantas veces suelen colgarles los propios padres. Yo aún no tengo hijos, aunque espero no demorarme mucho más, pero cuando los tenga no voy a preguntarles cuántos goles, puntos o tiempos han conseguido, les preguntaré qué tal se lo han pasado. Sin más. Háganme caso, padres y madres, no todos los críos tienen que llegar lejos en el deporte. No pasa nada. Hay que asumirlo cuanto antes, educar para ello y evitar frustraciones innecesarias para ambas partes.

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