Me van a perdonar si aparco el fútbol: no sé los del Barça, pero los del Madrid tendrán poca gana de hablar del tema. Aunque no lo hago por ellos ni por no comentar el paripé de Dépor y Fuenla o si hay uno o dos jugadores positivos -por coronavirus, que optimistas habrá más- en el Almería. Hablaré de obras públicas, en concreto de esas calles y carreteras almerienses que últimamente se están convirtiendo en enemigas de mis amistades ciclistas y, por tanto, mías. Sufrí en mis carnes una caída al inicio del año pasado por no poder evitar uno de los muchos baches que hay en la zona del Cercado de Huércal. Fractura de clavícula y costillas, 4 meses y pico sin bici ni trabajo. Cada vez que vuelvo a pasar recuerdo, con más miedo que vergüenza, aquel momento que intento por todos los medios evitar o al menos alargar en el tiempo. Porque cuando un ciclista se cae sabe que ya queda menos para el siguiente percance. Muchas de las caídas de las que he tenido noticia últimamente podrían haberse evitado si se mirara más por la seguridad del ciclista -no hablaré de las vallas del Tour de Polonia-, sin duda el usuario más débil de la carretera. Para empezar, muchos carriles bici están más bacheados que esa calle donde me caí o donde se cayeron dos compañeros hace unos días, a la altura de la UAL. Y ese es el motivo, además de tener que sortear paseantes, corredores o patinadores, por el que no uso ese carril, amigo imbécil de turno que pitas y lo recriminas. O, lo que es peor, conductor de bus o taxista, que no entiendes que podemos elegir y elegimos carreteras, por mucho que te estorbe o moleste, señor ignorante conductor de servicio público. El colmo del carril bici asesino es el de la Avenida del Mediterráneo, que de un día para otro dejó de estar integrado en la carretera para volver a ubicarse en el puente, junto al espacio para caminantes, corredores, patinadores y demás fauna como los chavales que la tomaron el viernes con un compañero por 'invadir' su espacio. Total, si no te matas antes con el bordillo te rematan ellos a golpes y con la litrona que vale de excusa para ir sin mascarilla... Apocalíptico.

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