Si hay una palabra que parece crear unanimidad sobre el inicio de liga del Almería es orgullo. Los futbolistas de Fran Fernández están dejando todo lo que tienen en el campo, desfondándose durante los 90 minutos y explotando sus bazas para plantar cara a sus rivales. Esto, de momento, ha servido para sumar 4 de los 15 puntos disputados, aunque podría haber sido alguno más. Estamos viendo, por tanto, que el Almería, al 100%, puede competir con algunos de los mejores equipos de la categoría. La pregunta es, ¿qué pasará cuando no se dé ese porcentaje de entrega? Es la gran duda que asalta ahora mismo a lo referente al rendimiento del equipo. Fran Fernández está logrando exprimir todos los recursos de una plantilla con limitaciones técnicas, pero con virtudes en lo psicológico. Sin embargo, mientras las primeras son una constante -la calidad es la que es, siendo complicado mejorarla-, las segundas sí pueden variar. Es ahí donde puede flaquear el rendimiento. En el inicio de temporada todos los jugadores de la plantilla quieren agradar, tienen las pilas cargadas y se encuentran a una afición entregada. Es el paso de las jornadas el que empieza a hacer mella en aquellos futbolistas que pasan más tiempo en la grada que en el césped, en esos que comienzan a dudar de todo ante la falta de buenos resultados o en los que ven con recelo el runrún de la grada. Todo ello genera inestabilidad en un vestuario. En Almería, desgraciadamente, sabemos mucho de eso en los últimos años. La virtud de este equipo es la misma que, un día, puede ser su debilidad: depende de su entrega y actitud. Mientras sean óptimas, podremos pensar en un conjunto capaz de solventar situaciones de dificultad. Si fallan, será complicado que la calidad que hay logre sacar partidos adelante. Fran Fernández y su cuerpo técnico ya han demostrado que son capaces de exprimir al máximo a sus futbolistas y, de momento, han conseguido algo que parecía imposible, que la afición sienta orgullo de esta plantilla.