Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

Un club para su ciudad

Suele decirse, sobre todo en el ámbito político, que la persona que menos te decepciona es la que menos te promete. Eso es así. Si no te creas, o te crean, unas expectativas altas y luego la cosa sale mal, la caída no será tan dolorosa. Bien es cierto que es muy complicado a veces no dejarse llevar por la pasión, por la ilusión, como la que está generando la revolución árabe en la Unión Deportiva Almería. El proyecto del jeque Turki Al-Sheikh tiene prácticamente a toda la afición con un cosquilleo en el estómago, sobre todo después de la rueda de prensa que ofrecieron su mano derecha Mohamed El Assy y el nuevo técnico Pedro Emanuel. Evidentemente, por ahora, hay más palabras que hechos, porque solamente han pasado dos semanas, pero en el ambiente se nota que hay nuevamente, después de muchas temporadas, una esperanza real de que se pueda celebrar en un futuro no muy lejano un ascenso a Primera, siempre y cuando los planes del saudí y su séquito salgan como ellos y todos los almerienses esperan. El Assy habló de hacer un gran equipo, de arreglar el Mediterráneo, de construir una ciudad deportiva... Todos, sin duda, grandes retos que harán crecer a la entidad y, como no puede ser de otra forma, también a la ciudad. En ese sentido, creo que lo más importante que dijo y en lo que hacía falta profundizar, porque nunca se ha hecho, es en que la UD Almería debe integrarse con su ciudad, no mostrarse como un club alejado que lo único que ofrece es un par de horas de ocio cada domingo a sus seguidores. Ahora se habla de conciertos y otras actividades culturales para crear más nexos de unión con la ciudad. Esperemos que sea cierto. Venía a decir Iñaki Azkuna, exalcalde de Bilbao al que tuve la suerte de conocer en Valencia en la final de Copa del Rey de 2009, algo así como que la ciudad vizcaína no era nada sin su Athletic. Puede sonar muy exagerado, pero solamente hay que pasarse por las calles del Botxo para ver qué es cierto. Sea el día que sea, un lunes, un martes o un domingo de partido. Los ciudadanos se sienten parte del club, su escudo está en cada bar, en cada casa, su bandera en cada balcón... Y el club responde, aporta a su ciudad, se ha convertido en su bien más preciado, más que el Museo Guggenheim. Bien es cierto que es un sentimiento que lleva nutriéndose desde 1898, por lo que a la UDA no le vamos a pedir que sea el Athletic, pero sí que sea un club para su ciudad y cambie lo que estaba siendo hasta ahora, una ciudad para un club.

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