Uno de los mejores indicadores de la calidad de vida y progreso de una ciudad pasa por echarse a la calle y recorrer sus tiendas en los barrios y centro neurálgico. El comercio tradicional, a pesar del avance de las compras online y la pujanza del imperio Amazon, es un patrimonio a conservar tan relevante o más que un yacimiento. Y puede parecer un disparate, pero la exageración me viene genial, amiga María José, para sentar las bases de lo que entiendo que es una planificación política necesaria. Si miras los programas de la capital todos suscriben el respaldo a los negocios pequeños y dinamizar el centro comercial abierto, pero más bien en lo genérico. Poco más se andar porque nuestras candidaturas están carentes de propuestas y ni tan siquiera se han parado a ver lo que se hace en otras ciudades que tienen modelos de éxito. Hemos visto crecer como setas carteles de venta y alquiler en los locales del Paseo por los altos precios de los arrendamientos al tiempo que iban cerrando las tiendas de barrio. Entiendo que, más allá del apoyo verbal y de peatonalizar el corazón de la ciudad, habrá que mojarse. Sin comercios no hay paraíso.

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