Análisis

Fátima Díaz pilar larrondo

El culebrón Rociíto-Antonio DavidDe traumas y esponjas

La hija de Rocío Jurado y su ex llevan más de 20 años enfrentados en los juzgados y la entrada de él en 'GH VIP' no ha hecho más que reavivar la guerra

Llevan más tiempo peleando en los juzgados que lo que se llevaron casados. La lucha sin tregua entre Rocío Carrasco y Antonio David Flores promete centrar más de un capítulo del GH VIP que acaba de arrancar esta semana en Telecinco. Con la entrada del ex guardia civil al reality y la participación de su hija, Rocío Flores, en los debates, parece que padre e hija han aunado fuerzas en contra de la hija de Rocío Jurado. Si su abuela levantara la cabeza se encontraría una familia en pie de guerra, una hija resentida y una nieta que no se habla con su progenitora desde hace años. Un cuadro familiar muy lejano a la estabilidad y concordia que pretendía la matriarca de este clan dividido en su ausencia.

Corría el año 1996 cuando una jovencísima Rociíto (así la rebautizó la prensa de entonces) dio el 'sí quiero' a un Antonio David que parecía haber dado el braguetazo del siglo con la hija de La más grande. Su relación, las polémicas de él como miembro de la benemérita, el vestido de ella en la boda, el nacimiento de su hija, su otro hijo, su ruptura... sus caras ocuparon portadas y horas de televisión y hoy, de todo eso no queda nada. El 30 de septiembre de 1999 se confirmó la ruptura tras tres años de matrimonio y dos hijos en común, Rocío y David. Ella dijo que creía que había terceras personas y, a partir de ahí, comenzó una batalla que ha llegado a la actualidad, 20 años después.

"Tenemos a los niños como si fueran mercancía dejándolos y recogiéndolos en el garaje", se quejaba Antonio David meses después. En 2003, él consiguió la custodia compartida y ambos, según Interviú, firmaron un convenio privado en el que se comprometía a respetar "escrupulosamente" ante los hijos la figura del otro progenitor.

En 2013, Antonio David inició una batalla por la custodia de su hija, al parecer, a petición de ella. Ahí se produce el episodio más oscuro de la historia, pues la niña tuvo un enfrentamiento con la madre en el que tuvo que mediar incluso la policía. Luego, Antonio David se enfrentó a la más dura por los daños psicológicos que, presuntamente, habría infligido a Rocío. Sin embargo, la Justicia terminó por desestimarla. Su última victoria, a comienzos de 2019, ponía punto y final a dos años de ostracismo televisivo: "El informe del fiscal ha sido muy certero y Rocío no queda en muy buen lugar. Mis hijos dan por perdida a su madre", dijo. Antonio David Flores, que llevaba años apartado de Mediaset, donde lo último que hizo fue ser asesor del amor en Mujeres, Hombres y Viceversa, regresó a la cadena de Fuencarral por la puerta grande el miércoles por la noche: inaugurando una nueva edición de GH VIP repleta de polémicas y discordias.

Su llegada a Guadalix fue una auténtica bofetada con la mano abierta a Rocío Carrasco y, además, una bofetada doble porque por la otra mejilla llegaba la peor, la de su hija Rocío Flores Carrasco, que acudió a plató como defensora de su padre. El enésimo posicionamiento de su hija hacia el padre se produjo en horario de máxima audiencia, en uno de los programas más vistos de la cadena más vista. "Estoy aquí por él. Es la persona que mejor me conoce y tiene todo mi apoyo. Solo hice esto por mi tía Gloria Camila y por mi padre", dijo la joven.

La situación de Antonio David, pese a que la Justicia archivó la denuncia de su ex por malos tratos, es delicada. El fiscal le pide que indemnice a su ex mujer con 80.000 euros en concepto de responsabilidad civil, más los intereses legales, por el impago de las pensiones alimenticias por sus hijos que evitó durante ocho años. Por si fuera poco, su debut televisivo ya le ha pasado factura: los abogados de Rociíto piden que se le embargue el sueldo que está ganando en GH VIP para hacer frente a esta deuda.

LOS locos también sabemos chupar. Así, sin más. Seco y contundente. Así terminaba la historia de miedo con la que mi prima mayor decidió torturarme una lluviosa noche de enero. Debía tener diez años pero tal fue el impacto de esas palabras que, veinte años después, soy incapaz de dormir con alguna extremidad por fuera de la cama. Tampoco levanto mucho peso. A los seis, oí a una de mis tías contar la historia de un vecino que perdió la vista por levantar una olla. Debía pesar una tonelada, porque los cachas de gimnasio no se cansan de echar kilos a sus pesas y ni de presbicia se quejan. Sea como fuere, ni brazos fuera del colchón ni pesos pesados. He intentado usar la lógica, recurrir al razonamiento y hacer gala de madurez, pero nada.

De aquellas historias de infancia, estos traumas juveniles. Parece sacado del manual de tópicos de la sección de Psicología de Wikipedia. "Todo lo que le perturbe en su etapa adulta hundirá sus raíces en algún terrorífico acontecimiento de su más tierna infancia". La solución a todo parece ser esa. Que es usted incapaz de relacionarse con el mundo, tranquilo, puede que se deba a que con tres años su padre tirase su peluche preferido al retrete. Una serie de conductas reprochables encuentran en esta premisa la excusa perfecta para perpetuarse. Nadie elige ser, lo es porque quedó marcado. Es cierto que la infancia sienta las bases de lo que luego es la vida adulta. Las relaciones personales, la manera de trabajar o el rechazo son conductas que vienen marcadas por la infancia. Pero no todo vale. No siempre se es un hijo de Satanás porque nos hicieran pupita. A veces el demonio habita en nosotros sin que nada le haya invitado a poseernos. Aunque, a veces, también ocurre que casi rozamos la perfección (tampoco hay que ponerse en un pedestal) y ahí a nadie se le ocurre bucear por la bendita infancia para dar con la razón. Si obramos bien es por bondad innata, no es necesaria la justificación. Pero, la manida analogía de los niños con las esponjas aparece para tirarlo todo por tierra. De aquella historia de miedo, este pavor a la nocturnidad; de aquella hiperbólica anécdota, esta angustia ante la halterofilia. Pero, ¿y si de aquellos cuentos, esta capacidad creativa? ¿Y si de aquellos sábado de tocadiscos, esta curiosidad musical? Los niños son esponjas. Pero también lo son para lo bueno. Repetirán sus palabrotas si algún día se le escapa alguna en su presencia y puede que también su pasión por la vida si sabe cómo contagiársela.

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