Análisis

puri sánchez aránega

No son datos, son niños

Los ayuntamientos estamos viviendo de una forma muy distinta al resto de administraciones las consecuencias de la Covid19, porque aquí todos deciden, idean, dictan y exigen, pero desde la perspectiva del embudo, bien metido por la boca ancha y que todo recaiga en el mismo lugar, en este caso los ayuntamientos. Es normal que con la actual situación, en la que hay pocos que parecen saber lo que realmente se tiene que hacer, se cometan errores, precipitaciones o falta de previsión, pero todo es perdonable salvo una cosa, aquello que afecta a los niños, a las escuelas, porque ahí sÍ que no puede haber margen de error ni espacio para discusión.

Hace solo unos días los profesores de un colegio rural, que son esos centros de pocos alumnos pero tan necesarios como los de grandes poblaciones estudiantiles, pidieron una serie de refuerzos en servicios contemplados en los nuevos protocolos que ideó la Junta. Y sí que los ideó, pero sin tener el más mínimo miramiento con quienes debían cumplir tales normas.

Para que se hagan una idea. Triplicamos el esfuerzo en limpieza y desinfección. No podría asegurarles por cuánto hemos multiplicado el gasto en productos específicos para luchar contra cualquier bacteria que pueda parecerse en lo mas mínimo a una condición propensa a la propagación de la Covid. Al personal de limpieza les vamos a tener que dedicar no una calle, sino una avenida, por el esfuerzo personal que están haciendo con cuidado, mimo y entrega en una tarea por la que nadie ha salido a las calles a aplaudirles.

Pero no es suficiente.

Hay centros en los que piden no sólo que se realicen limpiezas una o dos veces al día, sino que a mediodía se produzca un nuevo repaso de las aulas. Miedo, precaución o sensatez de los profesores, que es otro de los colectivos a los que tampoco veo aplaudir.

La respuesta de la Consejería de Educación no es otra que recordar a los ayuntamientos la necesidad de acometer esas tareas, y la pregunta que yo me hago es ¿Con qué?

No podemos incrementar horas de trabajo porque ya rozaría la esclavitud. No podemos contratar gente. Las cuentas de los consistorios tocan fondo y la única ayuda que se recibe de la Junta de Andalucía es orden tras orden, norma tras norma y recordatorios de lo que son competencias municipales. Pero claro, si sólo se toman decisiones que estén en la esfera de la actuación municipal, al final lo que hacen es gestionar sobre nuestras competencias, y no sobre las suyas.

Resumiendo, que no es momento de coordinadores estrella. Ni de pseudo políticos que por sentarse en un despacho de una delegación o consejería ya se creen con un master en gestión. Es momento de hablar, de ver y compartir lo que cada uno puede poner encima de la mesa, porque no se trata de que el fondo de la cuestión sea que hablamos de niñas y niños, sino que es lo primero que obligadamente tenemos que tener en cuenta.

Una clase, un colegio o un instituto, no podemos entenderlo como un número de personas que acuden a un lugar en el que adoptar las medidas que sobre el papel ya se presuman correctas. No se trata de eso.

Son niños, no son números y por ello tenemos la ineludible obligación de poner a disposición de profesores y personal que trabaja en los colegios lo que necesiten. Sencillamente eso.

Y que quede claro que lo que necesitan no es un listado de teléfonos a los que llamar para contar su problema sin que nadie les de mas solución que llamar al siguiente número de la lista.

Y ojo, que realmente puede ser sencillo: doten a los ayuntamientos de medios económicos suficientes para atender a la comunidad educativa, que ya nos ocupamos nosotros.

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