Hay cosas en la vida que jamás se olvidan. Comunión, la primera bicicleta de Reyes, el primer campeonato de tenis que ganas, la primera gran travesura que haces a espalda de tus padres, la Confirmación, el día que apruebas Selectividad y entras en la Universidad, el aprobado del carnet del coche, cómo no, el debut maratoniano... Y por supuesto el primer partido de fútbol del Almería que ves en el estadio. El resto de las cosas son mucho más importante que acudir al Mediterráneo [en mi caso al Campo Municipal], pero como dice Valdano: "El fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes". Fue en junio del 93 cuando vi en directo el primer partido del Almería, del Club de Fútbol. Hasta ese momento, era del Atlético de Madrid porque sabía que el Almería vestía de rojiblanco y como no retransmitían en la tele las categorías inferiores, animaba a los de Jesús Gil. Hasta esa promoción de ascenso a Tercera, cuando el Almería le ganó 3-0 al Baza. Por la tarde había estado con mi padre y con José Luis Villar en la Peña Madridista de Benahadux, viendo cómo el Madrid perdía la primera Liga de las de Tenerife. Después, al Campo Municipal. Recuerdo entrar, que me rompieran la entrada y cómo se abría ante tu visión desde el vomitorio de preferencia nuestro campo de toda la vida. También recuerdo despedirme mirando el marcador, que lucía con la mitad de las bombillas apagadas y la otra mitad entre amarillas y rojas, el 3-0. Pero no me acuerdo de los goles, ni de las jugadas, ni de animar... Tenía nueve años. Veintiocho después, ha debutado mi pequeñajo. El sábado pasado, con cierto fresco meteorológico (llamar a esto frío...). Tiene cinco años, se durmió en la segunda parte, pero ya ha estado con su bufanda animando al Almería. Es más, cree que perdimos por el gol anulado al Huesca. No se va a acordar de nada el día de mañana, me acordaré yo por él, seguro. Y espero no hacerlo por una bronquitis en ciernes...

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