De pequeño aprendí que los desperdicios eran las sobras de la comida, pocas porque había que comérselo todo, "pues no está la vida pa tirar". Según lo pienso y lo escribo, puedo oír y ver a mis abuelas o a mi padre. También a mi madre, a la que por suerte sigo oyendo y viendo, ojalá por mucho tiempo. En mi cortijo siempre había animales, así que aquello que sobraba de las comidas era para los gatos, principalmente cabezas de pescado. Todo un manjar para ellos, que me encantaba proporcionarles con la excusa de acariciarlos si se dejaban. De mayor intento no tirar más de la cuenta, pues la vida sigue estando apretada y lo sé de primera mano, ya no es sólo la intuición de que tus mayores tengan razón. Pero hace tiempo que en el cortijo dejó de haber animales y los últimos gatos que hubo tuvieron la suerte o la desgracia de que a mi madre le diera por comprarles pienso y dejara de echarles desperdicios. Además, para que los cuatro -literal- que sobrevivían no se pelearan por comer, espaciaba las raciones, individualizadas. Años atrás, con los restos del pescado amontonados y el triple de comensales, aquello era un espectáculo por la supervivencia y yo Félix Rodríguez de la Fuente. Hoy, con 40 tacos, suelto este rollo porque es lo más parecido que se me ocurre para ilustrar la situación de nuestra UDA. Espero que no escueza mucho, como han escocido otras opiniones. Pero algunos jugadores parecen gatos de los últimos, de los que a base de estar acomodados con su ración personalizada de pienso dejaron de sacar las uñas y morder por los desperdicios que les echaba aquel crío. Y aquel crío, que entonces soñaba más con ser astronauta o periodista que profesor, más con ser jugador de fútbol o baloncesto que ciclista, imaginaba defender los colores de su equipo con mayor acierto y bravura que los jugadores de entonces. "A correr y cortar balones no me gana nadie", pensaba. Pues aquel niño está ahora mismo enfrente de la pantalla. Si la apaga verá que lo que se rasca cuando piensa cómo cerrar este artículo es la barba. Como Guti y Gutiérrez, dos en uno. Por suerte aprendió hace mucho que "son desperdicios de tiempo los disgustos tontos por deporte". Tenías razón, abuela.

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