Análisis

rogelio rodríguez

Las elecciones están en la olla

Un considerado socialista, oculto en la niebla del ya remoto felipismo, tan ortodoxo en público como cáustico y ocurrente en privado, me contestó el pasado jueves, en conversación telefónica, la pregunta de marras:

-¿Habrá Gobierno antes del 23 de septiembre?

Hizo un silencio, carraspeó, trató de evadir la cuestión, y dijo:

-Habrá elecciones en noviembre, y, según Tezanos, las volverá a ganar Sánchez, esta vez con mayor ventaja, porque conseguirá rentabilizar la estupidez de Iglesias, su más íntimo enemigo, y porque sacará provecho de la grave irresponsabilidad que dicen que comete la derecha al no facilitar su investidura.

-¡Ah! Dice que dicen… ¿la comete o no la comete? -añadí.

-Probablemente, aunque su actitud es lógica -replicó en tono irónico.

-¿Es irresponsable -insistí- no apoyar a quien pacta con independentistas y compadrea con filoetarras?

-Según como se mire. La política no se lee al pie de la letra y, en ese sentido, todos tienen que callar, también el PP. Sánchez y Casado veneran la oportunidad de recuperar el bipartidismo y la ocasión la pintan calva.

-¿Y la vía portuguesa?

-En Portugal -concluyó-, socialistas y comunistas se sentaron a jugar con una baraja entera, y Costa ganó el solitario. Aquí todos esconden cartas.

No es creíble que Pedro Sánchez pretenda encontrar una solución a la portuguesa. Ni la quiere, ni puede. España no es Portugal, las circunstancias y la coyuntura son muy distintas y los líderes de la izquierda española nada tienen que ver con los que en el país vecino lograron, en 2015, un pacto de Gobierno en sólo quince días de negociación. Sánchez no va de diálogos, va de precampaña electoral. Los saben los colectivos civiles a los que colma de promesas sublimes; lo sabe la España vaciada, a la que ofrece de corrido el traslado de altas instituciones; lo saben los sindicatos, y lo sabe el rey Felipe VI, al que algunos han criticado el atrevimiento de decir en mangas de camisa que "es mejor encontrar una solución antes de ir otra vez a las urnas". El Monarca obró con la naturalidad y responsabilidad que le caracteriza, pero la cuestión no radica ya en el fracaso y coste que conlleva la repetición electoral, sino lo que puede suponer un Gobierno sometido al criterio dispar de Podemos y al chantaje de los independentistas.

Nada ha cambiado desde la fallida investidura del pasado 25 de julio y nada indica que, en lo que resta de estío, y de hastío, el Rey pueda proponer otra vez a Pedro Sánchez como firme candidato a la Presidencia del Gobierno. Haya acuerdo in extremis o haya comicios, la gran realidad tangible, la que cala los huesos de la ciudadanía, es que los partidos no pisan la realidad que estremece el andar de España: el paro, el déficit, la caída de la producción industrial y del importante sector automovilístico o la abusiva y cada día más insoportable factura energética... Se acumulan los platos rotos y pagarán los de siempre.

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