Análisis

rogelio rodríguez

La envenenada fiesta de Sánchez y Arrimadas

Ciudadanos ha dejado al dicotómico PP a merced de la extrema derecha

El centro político es hoy terreno en barbecho. Ese espacio educado y cálido, aunque romo de credenciales, donde tradicionalmente se cosechan los votos que otorgan mayorías, ha sido abandonado por sus últimos arrendatarios. Lo hizo el PSOE a manos del sanchismo, lo hizo el PP huérfano de liderazgo y abrasado por la corrupción y, definitivamente, lo ha hecho Ciudadanos, un partido que nació como heredero de la extinta UCD y que en tiempo récord se postuló como partido de gobierno. Inés Arrimadas, la dirigente que tantas expectativas generó tras su brillante oposición en el Parlamento de Cataluña y su heroica, aunque inútil, victoria frente al soberanismo, lo ha situado en la vitrina de trofeos de Pedro Sánchez y no tardará en sepultarlo el decaído electorado y el in misericorde polvo de la historia.

La sucesora de Albert Rivera en la presidencia de Ciudadanos tras la debacle electoral de 2019 ha traicionado los pactos que suscribió con el PP y a sus compañeros en los gobiernos autonómicos y municipales en los que participan, ha mentido, ha abjurado de los electores que le otorgaron su confianza como disyuntiva moderada y ha rendido sus pendones al Gobierno social-comunista del que tanto despotricaba hasta hace cuatro días. En política, los errores tácticos se pagan caros, casi siempre al contado, pero si el error comporta traición la consecuencia es letal. Arrimadas ha revelado el retrato fraudulento de Ciudadanos que ya se atisbara en la última etapa de su apóstata fundador. Y si las urnas lo penalizaron entonces con enorme dureza, y lo han vuelto a hacer en las recientes elecciones catalanas, sobra predecir lo que ocurrirá en los próximos comicios.

Pero lo más grave no es que la lideresa naranja haya entregado el esqueleto de Cs a cambio del plato de fiambre que representa, en el cómputo general, la Presidencia de Murcia y alguna que otra posible canonjía, sino la magnitud del seísmo que ha producido en el cuarteado mapa político y, sobre todo, en el centro derecha. La posibilidad de alternancia es el sostén de todo sistema democrático y Cs ha dejado al dicotómico PP a merced de la extrema derecha. Si las expectativas ya eran muy reducidas por las contrición de los populares en sus vergüenzas y desvaríos y por la irrupción de Vox como fuerza dinamizadora de nostalgias involucionistas, la claudicación de Cs ante un PSOE que matrimonia con podemitas y secesionistas obtura el arbitrio y amplia la jurisdicción de los que menoscaban el orden constitucional. Los argumentos esgrimidos, caso de los persistentes intentos de absorción por parte del PP, pierden su alegato cuando la trama revela que el objetivo principal es huir de su propia quema y meter cuchara en la tarta del poder.

Presentar mociones de censura en medio de esta terrorífica pandemia, con el país atenazado en una recesión sin precedentes, agrava la degradación de la vida política y el desafecto de la ciudadanía. Veremos qué ocurre. Y veremos cómo acaba el arrebato estratégico de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, convocando elecciones. De entrada, ha aguado la fiesta de Sánchez y Arrimadas, aunque también puede anegar -del todo- el futuro de su jefe y mentor, Pablo Casado. El precipicio está a la vuelta de la esquina.

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