Restan 21 puntos y muchas incógnitas por despejar. Una, la más transcendente, pasa por saber a cómo se pagará el último billete, el de la sexta plaza, de la fase de ascenso. El precio del curso pasado fue barato. El Numancia facturó su pase con 65 puntos. Los sorianos llegaron a la final de esta promoción, pero el Valladolid les cerró el paso a Primera. Unos meses después, los numantinos viven otra realidad diferente y pelean por no caer al pozo de la Segunda B. La División de Plata es así de cambiante. Algunos se dejan llevar por el brillo de sus plantillas, que deslumbra y ciega, se confunden y lo pagan con el descenso como el Rácing de Santander o el Recreativo de Huelva, por citar a dos históricos. La conversión de la UDA ha sido al revés. Ha pasado del peligro real al reto posible, de la amenaza del descenso al sueño de colarse entre los seis mejores de la categoría. Luchar por alcanzar esta gesta siempre es más bonito que pelear por huir de la quema y espantar los fantasmas de la pérdida de categoría. Pero, se quiera o no, resulta igual de complicado salir vivo de este doble pulso que escanea la capacidad de sufrir y gozar al mismo tiempo.

La diferencia pasa por la actitud, la que se tiene en la victoria y la derrota, y la que da valor a unos y otros resultados. La UDA no fracasará si se despeña en su intento por escalar a la sexta plaza. No lo hará porque su triunfo es anterior. Se ha despojado de las pesadillas y duerme a pierna suelta ahora, en paz y con fundamentos. Así, suma cinco puntos más que en los mismos partidos de la primera vuelta y ha de recibir a Oviedo, Elche, Alcorcón y Albacete y visitar a Lugo, Mallorca y Las Palmas. Por delante hay 19 cruces entre los diez primeros de la tabla y la UDA forma parte de esta lista con tres. Hay que apretar los dientes hasta saltar el esmalte si hace falta.

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