El que la sigue, la consigue. O al menos eso decía mi madre cuando estaba en la facultad y los exámenes me tenían desquiciada. Ahora no me queda otra que darle la razón a la buena señora. No porque terminase licenciándome, que también, más bien porque por fin me ha quedado claro que si eres un -como decimos en mi tierra- jartible- la vida te compensará con aquello por lo que te vuelves un fatiga. O si no, que se lo digan a mi amiga Jennifer Lopez. La latina más internacional -aunque de latina tenga sólo el nombre, que la criatura nació en EEUU y se crió en El Bronx-, después de torturarnos durante todo el verano y parte del otoño con su ¿Y el anillo pa cuándo?, acaba de comprometerse con un tal Álex Rodríguez.

A J.Lo, como la llamamos los allegados, se le metió entre ceja y ceja que ella tenía que casarse (como si haberlo estado en tres ocasiones no fuese bastante). Ella, en lugar de optar por la vía que el común de los mortales sigue cuando desea algo (si quieres la luna, te la bajas tu solito), tiró de influencias musicales para lanzarle el dardito a su pareja. Nada de hablar y consensuar, nada de tomar la iniciativa, mejor me marco un temita con el que minar tu subconsciente y así conseguir lo que deseo.

Me la imagino programando todos los dispositivos electrónicos de casa para que, cuando el muchacho menos se lo esperase, saltase la dichosa cancioncita; llamando a las emisoras de radio para que, de cada cuatro canciones que pusiesen, tres fuesen la suya, e incluso sobornando a los señores que hacen la lista Billboard para que su tema fuese número uno siempre y no dejase de sonar. Así, en bucle, hasta que la criatura que tiene por novio sacase un pedrusco y vomitase las palabras que siempre se oyen las películas moñas de Divinity. Un anillo en mitad de un atardecer en la playa y casi quinientos millones de reproducciones en Youtube después, Jennifer Lopez se ha salido con la suya. Y sin despeinarse siquiera. Otros no hemos tenido esa suerte, a otros nos ha tocado remangarnos y pelear con uñas y dientes por lo que queremos. Otros nos hemos arriesgado, hemos jugado y puede que hayamos ganado. Para la próxima debemos tener claro que mejor que dejarnos la piel o tomar las riendas de nuestra vida es dejar nuestra suerte en manos del pentagrama. De hecho, hoy saco mi primer single: Ojalá me llueva un millón de euros.

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