Nos despertábamos con la triste noticia del fallecimiento del compositor italiano Ennio Morricone, que con su música nos ha acompañado a lo largo de décadas, formando parte indispensable de las películas en las que ha participado. Desde sus vínculos con nuestra tierra y Sergio Leone, hasta producciones tan indispensables como 'Los Intocables de Elliot Ness', 'Cinema Paradiso' o 'Los odiosos ocho', que le valió un Oscar en 2016, el segundo que recibía después del honorífico que había recogido en 2007. Un buen ejemplo de la fuerza de su música es la canción que da título a este artículo y que a mí me parece una de las más épicas de la historia. En 'El bueno, el feo y el malo' vemos durante 4 minutos a Tuco corriendo entusiasmado alrededor del cementerio de Sad Hill porque allí hay enterrados 200.000 dólares en monedas de oro y lo hace con esta canción como único sonido. Sin diálogos. No hace falta. Es una escena que me deja fascinado cada vez que la veo y su música me pone la piel de gallina. El éxtasis que como rojiblancos sentimos con el gol postrero de De la Hoz ante el Sporting de Gijón en el partido entre semana nos permitió olvidarnos de las carencias que sigue mostrando este Almería tan errático, sobre todo en casa. El sábado volvíamos a jugar de local y recibíamos a un Tenerife que aún puede meterse en play-off. Del inicio prometedor, tanto de Darwin mediante, pasamos a la desesperación conforme pasaban los minutos y el Tenerife no solo nos empataba, sino que se hacía con la victoria en el descuento, devolviéndonos a la miseria a unos aficionados que vemos el ascenso directo asequible, pero también vemos cómo nuestro equipo se empeña en dinamitar sus opciones. Éxtasis, como recoge el diccionario de la RAE, es "estado placentero de exaltación emocional y admirativa". Nuestro éxtasis no sería por el oro, o nuestro oro sería un ascenso a Primera. El problema es que el equipo no acaba de carburar. Ahora tenemos dos partidos ante Girona y Rayo que hasta podrían comprometer el play-off…

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