La falta de respeto del presidente a las normas básicas de la educación superan lo aceptable y ponen en cuestión que Pedro Sánchez sea la persona apropiada para representar a España en escenarios institucionales. Sus fallos, producto de su prepotencia, demuestran que ni siquiera es capaz de mantener las formas ante el Jefe del Estado.

La Fiesta Nacional ha quedado empañada por ese comportamiento. Para evitar los abucheos, Sánchez llegó tarde al acto militar, al punto de que los Reyes tuvieron que esperar dentro de su coche para darle tiempo a que se acercara a saludarles y se colocara en el lugar que le correspondía. Su maniobra sólo sirvió para alterar aún más los ánimos de quienes sienten un profundo rechazo a sus decisiones políticas.

La polémica ya surgió antes, cuando se supo que el Gobierno no había invitado a la cúpula judicial, incluido el CGPJ y el Tribunal Supremo, y jefes de la Audiencia Nacional. La Moncloa echó la culpa a Defensa, y después acusó a los jueces de mentir sobre las invitaciones, porque habían sido enviadas. El que mentía era el Gobierno, y la prueba era que llegaron las de la Casa Real para acudir a la recepción oficial.

Todo ello aderezado con comentarios maliciosos de personas del Ejecutivo a miembros de la Judicatura y medios de comunicación por, decían, haber inventado un conflicto inexistente.

Por primera vez desde que se celebra la Fiesta Nacional el 12 de octubre, el Gobierno ha empañado su sentido y ha provocado que el Rey, que hizo el esfuerzo de hablar con gran parte de los invitados, quedara en segundo plano ante la polémica provocada por un presidente que a medida que se acercan las citas electorales demuestra un nerviosismo que le hace cometer errores difícilmente explicables en un gobernante. Don Felipe no merecía el protagonismo indeseado de Sánchez por su falta de educación, ni tampoco lo merecían sus invitados.

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