Barthes, en su Cámara Lúcida, llamó spectrum al objeto capturado por la cámara fotográfica "porque esa palabra mantiene a través de su raíz una relación con el espectáculo y le añade ese algo terrible que hay en toda fotografía: el retorno de lo muerto".

En El Final, Attila Bartis, que leyó a Barthes, utiliza el arte fotográfico, la forma artística de expresividad más representativa del siglo XX, para enfrentar a su personaje, el yo de la novela, con su extenso universo de pánico. Para András Szabad, la fotografía es un refugio junto a la muerte que golpea su objeto de amor más prematuro, una forma de comunicación ensimismada en un océano de miedo oscuro e inconfesado.

El Final es una historia personal de la Hungría comunista; pero es también la historia universal de lo que la tiranía provoca en el alma humana, del destino del ser humano bajo el yugo de la permanente vigilancia, del temor a ser uno entre todos los demás, con las consecuencias que de ello se derivan. Una suerte de aspiración al nirvana planea permanentemente sobre el cielo grisáceo de los años tras la revolución del 56; los personajes de esta obra desenvuelven sus historias entre el rumor de las sogas de los ahorcados de Kádar, la presencia invisible de los soplones, el cinismo y la resignación de la gente corriente. En cada escena fotografiada, se atisba el impulso de muerte hacia superación de la cobardía frente los estímulos: Szabad, que significa en magiar "libre", se aleja voluntaria y persistentemente de su padre represaliado en el 56, para acurrucarse en el recuerdo de su madre muerta tras la liberación de aquél. Morir es un acto de valor.

Por eso, en El Final, ofende más que la violencia mordaz e indolente, el impulso oscuro hacia la autodestrucción, el nirvana que late en los personajes. El escenario de todo ese fluir suicida, es en cambio estático y hostil; y un ojo invisible parece observar al mismo tiempo que el lector recorre el entorno: tenemos la sensación de que el terrible vigilante del totalitarismo nos acompaña en la lectura, como un espectro, un aura suspendida en el tiempo, como esas vidas 'copiadas'; por Morel, condenadas a reproducir su vida una y otra vez en el mundo fantástico de Bioy Casares. Si hay que quemar las fotos, si, después de todo, hay que hacerlas desaparecer, la vida lo dirá.

*Juez

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