Como en tantos hogares españoles, Ómicrón nos ha visitado y como tantos otros hemos asumido un contagio masivo del tal modo que hemos sido positivos siete miembros de la familia. La buena noticia, es que estábamos vacunados, salvo los niños y es posible o seguro que esta barrera haya actuado de defensa y nos ha ayudado a sortear el contagio con síntomas menores , incluso con ningún síntoma. Afortunadamente no hemos acudido ni al médico de familia, ni hemos necesitado servicios hospitalarios. Los amigos más entendidos dicen que hemos tenido suerte, seguro es así. Pero a la suerte es posible ayudarla por ejemplo, vacunándose a tiempo siguiendo las pautas de la sanidad pública. Lo que es científicamente cierto es que con las vacunas correspondientes y el contacto con el propio virus hemos creado anticuerpos suficientes para estar más preparados ante otra posible oleada. Si esto se interpreta como propaganda en favor de las vacunas, respetando otras opiniones lo asumo como parte de nuestra experiencia compartida con los lectores.

Pero el asunto que ocupa el artículo es otro y espero no sea confundido como "periodismo del corazón", esa basura que lidera cifras de audiencia y que no reconozco como "periodismo", periodismo es potra cosa, ni tiene relación alguna con el corazón sino con los más bajos instintos, vilezas y pasiones que alberga el ser humano. Para los más finos observadores, algunos signos identificativos; labios modelo Bratwurst, ellas, y pantalones ajustados con ligero tinte azafrán, alguno de ellos. Les reconocerán pronto. Dicho esto, entro de lleno en el tema que tanta atención acapara en los medios de información, el "asunto Urdangarín". Confieso que este personaje no me interesa en absoluto. Menos aún su rocambolesco matrimonio. Lo que me interesa de este asunto es el análisis y sus posibles repercusiones de lo que sospecho sea una maniobra muy bien orquestada en tiempo y lugar. Porque esa foto en un paseo marítimo a plena luz del día suscita ciertas sospechas. Algunas preguntas; ¿no dispondría el susodicho de un lugar adecuado a la privacidad para su supuesto amorío? ¿Tuvo el fotógrafo algún aviso sobre la exposición pública de la pareja? ¿Se ha dejado cazar el todavía cuñado de Felipe VI? ¿Por qué? Y ¿Por qué precisamente ahora?. Como colofón a estas interrogantes ¿A quién o quiénes beneficia esta foto y el presunto desenlace del matrimonio?

Se me ocurre algún beneficiario, alguna institución incluso. Y malicioso a tope habría que encajar la coincidencia sobre la reciente libertad de movimientos del que fuera recluso y justo cuando sale al aire libre se deja cazar tan ingenuamente. En general hay que desconfiar de todas las coincidencias ,incluso siendo ciertas. Tirando de memoria recuerdo aquella amiga del Emérito experta en el trapecio de la vida, gimoteando en las televisiones en plena erupción de un episodio de espías lanzando gritos y avisos camuflados que dieron algún resultado cuando por fin llegó la pasta el gallo y dejó de gimotear con los labios debidamente sellados con papel de curso legal. Ce finí, los dineros públicos a veces toman rutas insospechables.

Y ahora, otra perla del océano al que cabe imaginar tieso como la mojama, se deja ver junto a una joven dama en gesto de cierta complicidad. Pero ¿Qué importancia tendría esa foto en un país tan católico donde se aplaude a los grandes copuladores? El público siempre escabroso y rebosante de morbo sigue atento el melodrama. Solo cabria imaginar la importancia de la foto en relación a las posibles consecuencias de la misma en el matrimonio que todavía une a una infanta de España con el ex jugador de balonmano. Por lo que se sabe las fechorías delictivas de Urdangarín no habían hecho mella en la defensa a ultranza de su esposa. La relación al parecer intensa del matrimonio no se vio alterada cuando fue condenado a prisión por diversos delitos.

Ello a pesar de las rogativas y presiones del padre y hermano sobre la esposa, ella se mantuvo firme en no romper su matrimonio incluso tras la condena firme y la repulsa pública a su esposo. Cosas del amor y de la vida. Pero ahora, ¡! cosas del amor y de la vida ¡!, la prueba manifiesta de una foto en una vía pública puede empujar a ese desenlace entonces tan deseado. Cuestión de tiempo y del momento. Todos en su sitio, la vida sigue y cada mochuelo a su olivo.

Con la pandemia arrasando cifras, la economía que no acaba de remontar, las encuestas alteradas por mano de un vidente muy bien retribuido, los juzgados atestados de asuntos turbios, y un futuro poco prometedor, las cadenas televisivas especializadas en detritus sociales buscan afanosamente a quienes no tienen prestigio que perder y los presenta como protagonistas de docu/series que alimentan la audiencia con la más hedionda telebasura .Un ex alcalde de dedos largos y finos que pasó a la sombra algunos años y ahora reaparece para narrar en una cadena de TV. sus venturas y desventuras con aquella compañera sentimental, también reclusa que una vez recuperada de aquel trauma, rebosa lozanía y también se presta a las cámaras con desenfadada soltura. Borrón y cuenta nueva. En otro serial un hijo denuncia la voracidad y avaricia de una madre capaz de arrebatar una herencia a su propio hijo. En la siguiente entrega se espera un sentido abrazo de reconciliación . Y vuelve a la pantalla una muy olvidada hija de la más famosa que en un alarde de recuperación memorística, muchos años después se siente capaz de denunciar el horror que fue su matrimonio detallando episodios de violencia. Cada semana aparece alguien remotamente famoso con su correspondiente saco de inmundicias que cotiza según mercado. Hasta que el papel couché revienta y las televisiones aumentan su tonelaje habitual de inmundicia. ¿En esto consiste la fama en este país?

Con diferencias evidentes, matices y circunstancias y categorías muy diversas, la nueva historia de la foto en una playa francesa consume horas y horas en prime time de algunas cadenas de TV. Y aún dará para mucho con interpretaciones y especialistas en lenguaje corporal y verbal, opinadores sobre esto y aquello, hay para tiempo porque es la historia jamás narrada de un personaje que reúne varias de las cualidades necesarias para otro serial que apenas acaba de empezar. Pero ya dije, Urdangarin, sus amoríos y su futuro no me interesan ni un comino. Importa que esta historia suceda en este país hilvanado circunstancialmente en el tiempo con otras historias que rebajan el nivel cultural hasta límites insoportables. Ya ven, estos nuevos tiempos altamente sofisticados igualan por arriba y por abajo en un país que apenas se escandaliza de nada y nutre las arcas de empresas audiovisuales que responden a intereses puramente económicos para lo que aprovechan todo el material posible sin límites éticos conocidos. Volvemos al comienzo; adivina, adivinanza ¿quién se beneficia? Los lectores más perspicaces tienen este reto por delante. Piensa mal y mucho y es posible que no aciertes.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios