Análisis

Francisco G. Luque Ramírez

El fútbol obrero

Muchos futbolistas no cumplieron su sueño, pero siguen manchando sus botas sobre albero

D ESDE que existe esta sección de Deportes, desde que se fundó este periódico bajo el nombre de Almería Actualidad en noviembre de 2007, he escrito esta columna de opinión llamada Peces de Ciudad semana tras semana, excepto en mis vacaciones. Más de una década llevo informando en estas páginas, generalmente de fútbol canterano, lo que más me gusta, de esas categorías poco mediáticas e incluso inexistentes para muchos medios de comunicación, pero por las que pasan en algún momento de su trayectoria deportiva todos y cada uno de los jugadores a los que, cuando llegan a la elite, sí se les dedican portadas en todos sitios. Podría hablar de cientos de futbolistas que he visto en estos diez años, y en los casi cinco que estuve anteriormente en La Voz y Cadena SER, empezar desde lo más bajo, en campos de tierra, en equipos casi sin presupuesto para viajar al otro lado de la provincia a jugar un partido. Me he topado con jóvenes promesas que finalmente cumplieron su sueño de llegar lejos, de poder comer del balompié, pero también con otras que lo vieron frustrado por distintas razones, desgraciadamente. Pero independientemente a quienes triunfaron en este mundillo o qué jugadores se quedaron bajo la sombra de categorías menos valoradas (no se hacen una idea de lo difícil que es llegar a la elite), puedo decir alto y claro que he tenido el privilegio de nombrar en mis crónicas, sobre todo en las relacionadas con las competiciones formativas y modestas, a críos que se fueron convirtiendo en grandes personas, que no necesitaron fama, a gente humilde y luchadora que, pese a las adversidades, a las puertas que se cierran en las narices, a los impagos, a las lesiones o a las zancadillas que suele ponerte el apasionante aunque a veces injusto mundo del llamado deporte rey, se han mantenido firmes, han seguido caminando pese a cojear y han puesto la mirada al frente para seguir peleando por defender el escudo de un equipo cada domingo. Esos futbolistas, los que siguen manchando sus botas con polvo de albero y que van a entrenar después de trabajar diez horas diarias, son el alma del fútbol.

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