Más de tres meses después regresaron las dos primeras categorías del fútbol español, algo que parecía impensable durante esas semanas durísimas en las que el Netflix fue el salvador. Hasta hubo que tragarse partidos de FIFA 20 para matar el aburrimiento. Ahora regresa el fútbol y no son pocas las voces que argumentan que no es fútbol. ¿Qué es éste entonces?, ¿las cervezas prepartido?, ¿llegar al campo y saludar a esa gente que sólo ves cada dos semanas?, ¿abrazarse con el vecino de asiento?, ¿ir al ambigú en el descanso?, ¿quedarse ronco?, ¿llamar al amigo o familiar al acabar para compartir la alegría? Claro que eso convierte al juego en una verdadera fiesta que provoque que sea lo que maneje una buena parte de la economía del país, incluso marque los tiempos distinguiendo un simple virus de una pandemia. Pero quedar antes del partido, saludar a esos aficionados, chocar la mano con el vecino de localidad, ir al ambigú, quedarse ronco, ese whatsapp, el programa de radio, esta columna y un largo etcétera existen porque existe el fútbol. Sin este juego no habría el resto, por lo que independientemente de que haya o no público es fútbol. ¿O es que no lo es un partido de Preferente en el que hay 30 espectadores?, ¿incluso una pachanga en la plaza del pueblo con las ramas de los árboles haciendo de palos de la portería? Claro que al que suscribe le encantaría que hubiese miles de aficionados en las gradas y se viviese lo de hace tres semanas, pero esto también emociona, decidiéndose todo en cinco semanas, máxime con la ausencia de la Eurocopa. Fútbol es ese gol, esa genial asistencia previa, esa interceptación, esa permuta, ese desmarque de ruptura. Ver cómo presiona un equipo y cómo reacciona tras encajar un gol o de qué manera gestiona el entrenador un partido, sustituciones incluidas. Al que no le gusten estos partidos es de suponer que lo que le emociona es el ambiente generado alrededor de este deporte, no el propio juego.

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