Dice mi padre mucho que "si a los 30 no eres rico, ¡arre borrico!". Esta es una frase que siempre me ha puesto muy nerviosa. Al igual que la de que si iba a estudiar periodismo sin apellido estaba poco más que loca o, y cito textualmente, "me iba a dar una torta muy grande". Pero la ingenuidad de los 18 años, ya lo sabe usted, no tiene parangón. Uno se piensa afortunado, libre, capaz de todo y como tocado por esa varita mágica de la exclusividad que hace que la primera y la segunda frase se vean como dos metas alcanzables y factibles. Una prueba más de nuestro insolente ego, intrínsecamente humano, que se irá apagando poco a poco con el paso de los años, pero que, como carbón quemado, siempre albergará una pizca de lumbre incandescente, recoveco de triunfo, se tenga la edad que se tenga. Como si fuéramos capaces de controlar eso, tan aleatorio como algoritmos digitales.

Esto que les cuento es la trama central del libro Amor intempestivo, de Rafael Reig. Una recomendación literaria vía Twitter que Paco Camero, compañero de Cultura de Diario de Sevilla, lanzó al universo y que otro compañero, Álvaro Ochoa, tuvo a bien recoger. El caso es que el libro, vete a saber por qué, ha llegado a mi casa, sea por la vía que sea. Ayuda mucho el que éste último tenga un amigo librero con sede cultural en la calle José Gestoso, en Sevilla.

El libro es un diario autobiográfico del propio Reig. Una obra sincera y clara que repasa aquellos años de facultad del escritor, en los albores de la movida madrileña. En él relata, con los más identificativos detalles, cómo la indiferencia del mundo va acabando poco a poco con los sueños de un aspirante a Cervantes convencidísimo. El entonces novelista en ciernes cuenta que confiaba que tarde o temprano, ya se encargaría el cosmos, escribiría su obra maestra. Un libro que lo catapultaría a la fama y que lo haría aparecer en los libros de texto. Tal cual.

Una reflexión y autocrítica donde la normalidad se va abriendo paso. Unida a los noes de las editoriales, a la publicación de obras que "nadie recuerda" y al propio ritmo de la vida. Una vida en la que al final el hedonismo va perdiendo presencia en favor de las facturas, alquileres, divorcios, hijos e hipotecas. Un libro brillante y aséptico que relata la vida misma y la evolución del bohemio en un mundo capitalista. Toda una dosis de realidad, sin artificios, que a más de uno, rebasando ya los 30, les recomiendo para que cejen en su lucha. Ni han sido tocados por la varita mágica del éxito, ni escriben tan bien como piensan y, mucho menos, se harán ricos con esto. Así que lo mejor será que paguen sus facturas y se dejen de tonterías.

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