Ni Messi, ni Cristiano, ni nadie de la ACB, ni de la Fórmula 1 o las motos. No hay nadie como Rafa Nadal, ni dentro ni fuera de la pista. Es sencillamente el mejor deportista del momento y no me atrevo a decir de la historia porque no es lo mismo jugar con la actual preparición físicas, con las modernísimas raquetas, con unos tenis que te corrigen la pisada o sobre una superficie perfectamente estudiada para que el bote de la pelota sea el justo, que hacerlo con las condiciones de Orantes o Santana. O jugar con pantalones largos, como los tenistas de antaño. Lo mismo pienso del fútbol, me gustaría ver a Messi o Cristiano en los campos de pasto, con los centrales aseinos y con las botas que usaban Maradona o Pelé.

Que me voy por los cerros y no quiero. Lo que ha hecho Rafa, con el señorío que destila, no está al alcance de nadie. Federer tiene un golpeo caballeroso y elegante, es un gentleman ante el micrófono, pero más de un cable se le ha cruzado en determinados partidos que han pagado las raquetas. De Djokovic y sus postureos hay poco que hablar, aunque reconozco que también es un gran jugador. Ninguno como el rey balear de París.

Sufre y sabe sufrir. Gana y sabe ganar. Pierde mucho más que antes y sabe perder. Cuando se pone delante de un micrófono, derrocha una humildad que nadie cree que pueda ser característica de un deportista que ingresa una nómima como la suya. Por eso es Rafa y por eso es el mejor de España. Siempre he dicho que me encantaría que fuera presidente del Gobierno, pero el actual mundo de la política no está confeccionado para un hombre tan ejemplar.

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